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La Tribuna de Nertis

Queremos: responsabilidad por derroche de dinero público en la calle Micaela Aramburu

Columna de opinión de Ignacio Colón, promotor de Queremos.

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Queremos sigue trabajando para poder ofrecer un modelo de ciudad. Pero si una cuestión tenemos clara, es que los servidores públicos deben ser especialmente escrupulosos en cuanto a la gestión de los recursos económicos públicos, por una sencilla razón, son de todos los portuenses.

Esta opinión que ofrecemos, no se equivoquen, no es una técnica que reprobamos del “y tu mas”, sino que responde a que las cosas solo se pueden hacer de una forma, que se puede resumir en el siguiente axioma que dicta el sentido común.

Todo proyecto público debe obedecer a tres premisas: ser útil, solido en el tiempo, y prever distintos escenarios para que no sea una actuación cortoplacista. Hemos conocido por los medios de comunicación que el Gobierno Municipal ha decidido realizar, tras el fracaso estrepitoso de la pavimentación de la calle Micaela Aramburu, las reformas oportunas en esta calle con cargo a los fondos municipales, dentro del Plan de Asfaltado que se repartirá entre los presupuestos de 2014 y 2015.

Recordemos que la obra, se efectuó en dos fases, la primera con una antigüedad de 4 años y la segunda de 3 años. Evidentemente carecemos de la formación técnica que se le presupone a un Jefe de Servicio de un Área de Infraestructura y Urbanización.

Las razones argüidas para justificar una presunta negligencia política y/o profesional, no aparentan sostenerse, sino que más bien parece que no se tiene claro realmente lo que ocurrió cuando se refieren a que se ha debido a un conjunto de causas.

Quizás en asuntos como este que ha terminado manifestándose como de una enorme complejidad técnica, hubiese sido preferible contar con una asistencia técnica externa especializada. Si la primera de las obras estaba sometida a los estrictos plazos del plan de fondos estatales para el empleo (FEIL) y pudiéndose conocer las dificultades técnicas que podría entrañar este proyecto, quizás hubiese sido preferible emplear esos fondos en otras actuaciones que no supusieran tanta complicación técnica como ahora parece ponerse de manifiesto.

Se argumenta que el exceso de humedad ha podido ser responsable de la perdida de resistencia del mortero y adherencia de este, a las piezas de granito debido a que el inesperado régimen de lluvias, a modo de octava plaga bíblica, ha sido una de las posibles causas.

En este punto, cabe preguntarse, ¿Es que en el norte de España, con un régimen pluvial infinitamente mayor, no se construyen obras? El puerto no es la única ciudad en nuestro País en las que las zonas turístico-comerciales se baldean con alta frecuencia. ¿No se sabía? Todos sabemos que la calle Micaela Aramburu está situada a una escasa cota del Guadalete. ¿Es que en ciudades bañadas por ríos importantes, no se construyen obras por tener cerca un rio? ¿Por qué no diseño una red de sumideros adecuada para evitar la acumulación de agua en el pavimento?

Continua la cadena de despropósitos argumentándose que el plan de movilidad, que no se ha puesto en carga aun, preveía para esta calle un acceso rodado únicamente para residentes y servicios, y que como tiene en la actualidad una carga de trafico muy superior a la prevista, y la transitan mastodónticos vehículos de limpieza, el pavimento que se proyectó no ha respondido a las expectativas.

En cuanto a la idoneidad de usar adoquines para pavimentar calzadas solo hay que remontarse a las construidas por el Imperio Romano, que a pesar de lluvias, y demás plagas bíblicas, siguen en pie. Desconocemos si el tipo de corte que presenta la piedra, realizado con sierra a modo de cizalla, es una técnica tan innovadora que no se sabía nada de ellas hasta ahora.

Nuestro Ordenamiento Jurídico es muy claro ante un supuesto como el que planteamos. “El que por acción u omisión causa daño a otro, interviniendo culpa o negligencia, está obligado a reparar el daño causado”, no pudiéndose alegar en este caso como causa eximente de la responsabilidad la fuerza mayor o la causa sobrevenida.

Por último, pregúntense ¿Quien debe asumir la responsabilidad por esta presunta negligencia? Y no sigan, en este caso, lo que decía el Maestro Bob Dylan….”la respuesta está en el aire…”

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