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En la encrucijada

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Euando escribo este comentario, nos hallamos en los prolegómenos de la Conferencia Política del PSOE, que ab initio fue promovida por Rubalcaba a modo de intento para controlar un partido que se le escapa de las manos. Por lo mismo, en dicho encuentro el líder socialista pretendía orillar de su contenido ciertos temas que no le favorecen: fijar fecha para las elecciones primarias y relaciones con el PSC.  Ya parece frustrado marginar las primarias, y la misma Elena Valenciano ha aceptado de aparente buen grado discutir este tópico, que incluirá seguramente la oferta de algunas candidaturas (Patxi López, García-Page, quizá Carmen Chacón, Eduardo Madina o el invictus Tomás Gómez).
Pero ha surgido otro hecho como antecedente a la Conferencia: la carta de un grupo de izquierda más radical en la que se ofrece colaboración plena para derrotar a la derecha: “hay que acabar con el mal absoluto que significan Rajoy y sus secuaces”. Ese grupo selecto tiene como cabezas visibles a dos personajes bien significativos, José Carrillo y Baltasar Garzón, sobre los que es merecida una breve reflexión. José es hijo del comunista Santiago Carrillo, y no oculta su condición de izquierdista, pese a que detenta un cargo en el que la neutralidad parecería lo aconsejable: rector de la Universidad Complutense, la más importante del país por número de alumnos. Entre sus iniciativas in situ, se cuentan la construcción de un monumento a las Brigadas Internacionales (que lucharon en España a favor de bando republicano) en el campus universitario; la oposición a las capillas destinadas a oficios religiosos católicos; permisividad a los alumnos para levantar barricadas anti-policiales en las huelgas; condonar la pérdida de sueldo a los funcionarios huelguistas, y una política administrativa ruinosa, que hace añorar a Berzosa, el rector anterior, zapaterista de pro.


A Baltasar Garzón se le conoce aquí muy bien. Incluso fue galardonado en su día como Doctor Honoris Causa de nuestra Universidad. Pero ahora está condenado por prevaricación y separado de la carrera judicial, y no parece muy adecuado que encabece un movimiento de izquierda extrema. Desde luego, en el PSOE hay muchos que tuercen el gesto y rechazan esta postrera ayuda: tal es el caso de Bono, Belloc, Vázquez e incluso el mismo González.


Pero Rubalcaba duda. La última encuesta del CIS aumenta la distancia (hasta 7.2 puntos) entre un PP que frena su caída y un PSOE bajo mínimos. ¿Es posible aún recuperar un PSOE socialdemócrata, o más bien se pretende llegar a una coalición con la izquierda radical en un nuevo frente popular? La experiencia en los años 30 de la pasada centuria fue funesta: nos llevó a una guerra civil. Creo que España, como otros muchos países de la Unión Europea y del mundo occidental, debería ser gobernada por partidos centrados, nada extremosos. Incluso por una gran coalición. Pero eso exige mucha generosidad y altura de miras.


El PSOE se halla en una encrucijada.

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