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Café. Nápoles. Zapatero

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Hasta hace poco yo había escuchado pedir un café solo, uno con leche, un manchado, un cortado, uno con hielo… pero nunca había escuchado pedir un café pendiente. Pero existen. Y saben muy bien.
El café pendiente ha nacido en Italia. Al parecer, si vas a determinadas cafeterías, puedes escuchar a la gente pedir un café con leche y uno pendiente. El camarero sirve uno y cobra dos. El cliente se bebe su café con leche y se va. Y luego llegan dos personas y piden dos solos y dos pendientes. El camarero sirve dos y cobra cuatro. Los clientes se beben su café y se van. Y luego llega un grupo y piden seis con leche, dos solos y cinco pendientes. El camarero sirve ocho y cobra trece. Los clientes beben y se van.


Y al rato llega un hombre con la mirada baja, las manos frías y la voz débil. Y pregunta si hay algún café pendiente. El camarero sirve un café y no cobra ninguno. El hombre toma su café caliente, cogiendo la taza con las dos manos, y bebe de manera lenta. Y luego da las gracias y se va.
Parece ser que este café pendiente nació en Nápoles. En Nápoles las cosas nunca han sido muy fáciles. Pero con la crisis las cosas se han puesto peor. Mucho peor. Mucha gente se ha visto de repente sin nada. Gente de clase media que de repente ya no tiene para café. Y los napolitanos han decidido invitar a café caliente a quien lo necesite.  También lo hacen con comida. Pagan un bocadillo pendiente. O un plato de pasta. O un menú económico. Todo pendiente. Para el que lo necesite. Liberando al que nada tiene de la dureza de extender la mano en la calle. Lo han hecho los italianos. Lo han hecho porque la gente lo está pasando muy mal. Lo han hecho porque hay que hacer algo. Lo han hecho porque sus gobiernos no hacen nada.


Salvar a la gente. Ese mensaje todavía no ha calado entre nuestros políticos, que optaron desde el principio por evitar la caída de los bancos. Si caen los bancos, caemos todos, decían. Así que salvaron los bancos. La pregunta es si salvando los bancos nos salvamos todos. Eso no lo han dicho todavía. No sé si porque no es verdad o porque no saben si será verdad. Lo que sí es verdad es que pagar un café pendiente hace que alguien que no tiene para pagarse un café pueda tomarse un café. Eso es seguro.


Zapatero dijo que un café costaba ochenta céntimos. En ese momento era el presidente del Gobierno. Dijo ochenta céntimos porque eso es lo que costaba en las máquinas del Congreso. No sabía lo que costaba una café en la calle. O no tomaba o no pagaba el café de la calle. Los políticos no toman café en la calle. No hacen nada en la calle. A veces, cuando toca, bajan y se ponen detrás de una pancarta. Pero no toman café. Y, desde luego, no saben lo que es un café pendiente. Estaría muy bien que lo supieran. Sería una buena señal para todos. Pues eso.

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