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Una identidad forjada de acciones altruistas

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  • Pepe, Juan José y Curro se dedican a aprovechar y a sustituir piezas, madera vieja por nueva.
La identidad de un pueblo depende, en gran parte, del conocimiento de su historia. Se forja con el paso de los años y con las acciones de sus gentes. El sentimiento de pertenencia a un lugar, despierta la necesidad de cuidarlo y colaborar en  su conservación. Entre compras y ventas nos olvidamos de lo que realmente tiene valor y utilidad, pero siempre existen personas que comparten ese sentimiento de pertenencia y cuentan con una voluntad altruista. Alcalá es uno de esos pueblos con identidad. Un pueblo blanco, sereno y de gran belleza, rodeado de naturaleza, con sus arraigadas tradiciones y un rico patrimonio que ha sido conservado con el paso de los años. Y como tal tiene su gente, ciudadanos y ciudadanas que se han preocupado de valorarlo.  Un ejemplo de esta gente son los hombres y mujeres del Centro de Educación Adultos, una entidad que inició hace más de 25 años una iniciativa que hoy se revaloriza enmarcada en un proyecto promovido por el Grupo de Desarrollo Rural de Los Alcornocales.

Mercedes Sánchez es ahora la directora del Centro de Educación de Adultos y recuerda como hace más de dos décadas los hombres y mujeres del Centro decidieron dar uso a los enseres y útiles que eran desechados. Luego los restauraban y arreglaban, y hoy en día se exponen en el museo y en las recreaciones que cada primer y último sábado de mes se realizan en el Centro de Interpretación de Los Alcornocales. El proyecto de restauración y conservación que se inició entonces forma parte hoy del mobiliario, las herramientas y otros útiles, que se exponen en las escenas que recrean los oficios tradicionales ligados al Parque de Los Alcornocales.
En esta acción altruista y desinteresadas por conservar y mostrar su patrimonio, en la que participa, además del Centro de Educación de Adultos y el GDR de Los Alcornocales, la Asociación de Alumnos Jacaranda, “lo que hacemos es restaurar objetos que posteriormente pasan a la exposición”, explica Mercedes rodeada de cientos de muebles, objetos, herramientas, y un grupo de entre 15 o 20 hombres y mujeres que cada martes y viernes restauran a puertas abiertas, en un céntrico local cedido por el Ayuntamiento alcalaíno. Estos hombres y mujeres “no necesitan formación para realizar su trabajo, puesto que lo que hacen en el taller de restauración es lo que han hecho toda su vida en su casa, aunque Charita y yo, que somos las formadoras, echamos una mano”, comenta Mercedes.

Todo lo que allí se encuentra, mobiliario, mesas, sillas, máquinas, relojes e incluso una imprenta, son donaciones de los vecinos y vecinas del pueblo y “en este sentido estamos muy satisfechos por la gran colaboración, ya que este es precisamente el objetivo del museo: que la gente tome conciencia y aporte su granito de arena, que donen y vengan trabajar”. Además, “tenemos la suerte de contar con tres señores Pepe, Juan José y Curro que se dedican a aprovechar y a sustituir piezas, madera vieja por nueva, envejeciéndola para que parezca la misma”, explica Mercedes mientras ellos siguen en sus labores restaurando un dornillo que estaba rajado o manipulan las patas de una mesas. 

Con todos estos objetos que salen del taller para ser expuestos en el museo, más de 35 personas entre niños, jóvenes y adultos alcalaínos, ataviados con ropa de la época, componen las escenas que se recrean en el Centro de Interpretación de Los Alcornocales  dos veces al mes; imágenes para el recuerdo en las que el zapatero arregla sus zapatos, el barbero afeita y recorta, las dependientas atienden, las amas de casa lavan, los panaderos amasan..., volviendo y recuperando los oficios tradicionales que aún hoy perviven, con grandes avances, en el Parque de Los Alcornocales y en los municipios que forman parte de él.

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