El 11 de Septiembre, desgraciadamente famoso por otros hechos, lo es también por otra situación histórica la caída de Barcelona en la guerra de Sucesión Española en 1714. Por este motivo, que trajo como consecuencia la abolición de las instituciones catalanas, los catalanistas instauraron esta fecha como el día de Catalunya. Estas fechas siempre han sido aprovechadas por los distintos políticos catalanes para aprovechar con sus reivindicaciones nacionalistas sacar algo de provecho en las relaciones con el estado central. Este año no iba a ser menos, y con el pretexto de la Diada, Artur Mas pretendía sacar tajada de su entrevista con el presidente Rajoy, sirviéndose del empujón que le debería dar la participación de la ciudadanía catalana. Para más apoyo dejó en manos de los independentistas la convovatoria y la respuesta de la gente le ha sobrepasado de tal manera que le resulta muy difícil gestionarla. Pero como suele ocurrir en estas ocasiones, suele ser bastante común que en lugar de poner en evidencia la actuación interesada del político de turno, la gente que se suele hacer eco de estas noticias prefiere coger el rábano por las hojas y se lance a abjurar de los males del nacionalismo. Es más, para tratar tan controvertido tema se acostumbra a ilustrar aprovechando situaciones como ésta. Además, ahora viene estupendamente pues parece distraer la atención de la máxima preocupación de la ciudadanía como es la situación que sufrimos por culpa de la crisis.
Visto lo visto, sin querer entrar en los posibles usos torticeros que se puedan hacer del tema y sin olvidar que no todos los nacionalismos son iguales, sería bueno afrontarlo con menos desapasionamiento del que normalmente se trata. En este tema, como en cualquier otro, la información suele ser el antídoto contra la manipulación: Una persona se enfrenta a unos hechos, conociendo lo sucedido, conociendo cómo influye lo sucedido y conociendo cómo quien opina sobre los hechos te dice qué es lo que pasa y cómo te afecta. Dependiendo del grado de información la noticia orienta tu opinión, la influye, la condiciona, la mediatiza o la manipula. Sólo el conocimiento te lleva a ser libre para que no te manipulen y crear tu propia opinión.
El nacionalismo, el monstruo contra el que todo el mundo carga con pasión, necesita de una explicación imparcial que parece que no se quiere asumir. En principio, este fenómeno se presenta como opuesto al internacionalismo, otorgándole una condición peyorativa que no deja de ser una utilización interesada. Hoy en día lo que much´s soñábamos con este internacionalismo que empezaba por Europa nos está mostrando otra cara, la de una colonización capitalista que solo mantiene unid´s a los poderosos contra todos los pueblos europeos, enfrentándonos unos a otros y haciéndonos creer que somos los pueblos los culpables de lo que nos pasa. Pues si ese el el internacionalismo a lo mejor tampoco es tan malo el opuesto. Lo que no nos han querido contar es que el nacionalismo sí es el opuesto a otro, al imperialismo y lo ha sido históricamente. Por esta razón tiene tan mala prensa y es tan fácil cargar contra él.
Habrá que comenzar diciendo que todos los países han sido nacionalistas pues esa ha sido la razón de su existencia. Para no irnos demasiado atrás en el tiempo, que podríamos, observaremos que la aversión a perder sus territorios por todos los imperios europeos, el español, el británico, el francés, el portugués, el holandés... demonizaba a cualquiera que luchara para convertirse en país libre; los países americanos, africanos, muchos asiáticos e incluso europeos, se han creado gracias a ese sentimiento nacionalista en esa época. Pero vuelven a ser los intereses políticos y económicos, quienes desautorizan el derecho de los pueblos a su propia independencia. Cabe recordar que en la independencia de EEUU, los españoles y sobre todo los franceses, defendieron este nacionalismo por perjudicar al imperio británico. El apoyo a los pueblos balcánicos y las repúblicas ex-soviéticas no eran problema para que los países occidentales defendieran posturas nacionalistas. En cambio no cabe en otras situaciones, esto es puro ejercicio de cinismo. Es bueno recordar además que la ONU tiene reconocido el derecho de todo pueblo a decidir su propio destino.
Llegados a este punto me da la impresión que el tema requiere al menos de un poquito más de profundización. Para ello no queda otra que dotarnos de amplia y contrastada información que nos ofrezcan más visiones que las limitadas tendencias que afloran en este campo.
Como conclusión para no hacer excesivamente larga la lectura, sería recomendable que antes de dejarse arrastrar por juicios de valor, fuéramos capaces de crear nuestro propio criterio.