No es el caso. No ha derogado ni va a derogar y veremos si “la jefa” lo va a dejar. (Y sin haberlo intentado… ya ven). El caso es que el hombre harto de no poder favorecer a sus amigos y a sus jefes desde el gobierno, porque no consigue olerlo, primero llamaba “golpistas” a quienes corteja. Y quiere ser tomado en serio, lo que son las cosas. Después de todo, menos mal, que alivio, porque aseguraba derogar “todas las leyes y decretos de esta legislatura”. ¿Pensaba bajarnos las pensiones? No sería extraño si se negó y vuelve a negarse a subir pensiones y salarios, sería consecuente con su (nefasto) proyecto o eyecto mental.
Llamaba “Frankenstein al gobierno, olvidando que la idea de aquel doctor de ficción era crear el ser perfecto. Porque la perfección no está en la unilateralidad, no está en el gobierno de un solo individuo ni en el de un solo partido aunque a esto último lo llamen estabilidad. Y aseguraba ¿o amenazaba? que sólo gobernaría solo, y ya está pidiendo ayuda a Junts (Los “golpistas”), imposible reparar su cobardía; es que por la boca muere el pez. El pez no tiene culpa, quien lo imita con tanta enjundia la tiene toda, pese a negarnos a pruebas comparativas, porque todos tienen mucho que callar; pero no se trata de ensuciarlos a todos para que al final no quede nadie y los extremistas de la escuela franquista, mucho peor que la de Frankenstein, se lleven el gato al agua. Pobre animal. Y pobres nosotros, que parecemos no escarmentar.
La perfección de un gobierno no reside en entregar todo el poder a un sólo partido, que es entregarlo todo a una persona, lo más parecido a una dictadura, algo que tanto añoran los añorantes de Franco, de Carrero, de Fraga y sus frases lapidarias. Ya hemos sufrido varios gobiernos en solitario, por lo tanto es hora de haber escarmentado. Pero no, hay quienes se encasquillan en seguir tropezando en la misma piedra: “como todo es malo, me quedo con lo peor”. Y volver a tropezar, y dar pasos atrás para al mismo tiempo negar el pasado.