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Andalucía

El 'cura flamenco' que baila en sus misas, un artista a sus 76 años

Bailó flamenco ante Juan Pablo II en una misa del Vaticano mientras el papa le tocaba las palmas

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José Planas.

José Planas.

Bailó flamenco ante Juan Pablo II en una misa del Vaticano mientras el papa le tocaba las palmas y confiesa que cuando suba al cielo quiere unirse a Lola Flores y Camarón: es el 'cura flamenco', que con 76 años muestra su arte en las eucaristías.

Los gitanos le llaman para sus bodas. José Planas tiene incluso estolas con coloridos lunares rojos o verdes que se cuelga al cuello y que hacen de "pañuelo de lunares" en sus animadas celebraciones litúrgicas, en las que se arremanga el alba o túnica del sacerdote y ahí se arranca a bailar y taconear.

A este malagueño también se le conoce como el 'cura gitano', no porque sea gitano, sino por su cercanía con este pueblo. De joven y por una labor social vivió en una chabola en la barriada de Huelin, en Málaga, y con 42 años el obispo Ramón Buxarrais le planteó ser sacerdote, aunque él no quería.

Recuerda que nació en una familia sencilla, muy humilde; que su madre bailaba muy bien y que con ella aprendió ese arte y que en su casa se hacía mucho la fiesta de la alegría.

"La única cualidad que tenía para anunciar el Evangelio y para atraer a los jóvenes, a los niños y a todo el mundo era mi alegría, la alegría que tengo, que nunca me ha faltado", ha asegurado a EFE en una entrevista.

 Baile para atraer fieles

"Bailaba y vi que era un don que Dios me había regalado y un arte. Y digo 'voy a aprovecharlo para anunciar el Evangelio' y empecé a hacerlo en la misa, en las bodas gitanas bailábamos y cantábamos en la misma ceremonia. Veía que esto anunciaba a la gente y es una forma también de atraerlos. Lo hice y lo voy a seguir haciendo", ha destacado.

"Aprovecho para anunciar 'la buena noticia', que dice el papa Francisco que no hay que anunciarla con tristeza ni con cara de amargado, sino con mucha esperanza y mucha alegría y soy muy fiel y muy obediente al papa", señala.

"En mi familia no había nunca disgustos y cuando había alguno, terminábamos siempre cantando o bailando. Mi madre cantaba muy bien por la Piquer, bailaba muy bien, de ahí nos ha venido siempre la alegría y esto del flamenqueo", relata.

Planas baila en su iglesia con motivo de la Navidad, "con cante flamenco diciendo 'que viene la alegría, que nos viene El Salvador'", y después salen a la calle y siguen la fiesta con pestiños, aguardiente y potaje gitano con hinojo.

Empieza la misa bailando con bulerías y vuelve a arrancarse de nuevo en varios momentos de la ceremonia. "Y al final ya ahí hay un derroche de energía por parte mía y por parte de las demás personas", ha explicado.

Volverá a mostrar sus dotes en Alhaurín de la Torre (Málaga) durante la misa de Nochebuena, en la que siempre hay algo de esto porque acuden muchos coros: "Siempre cae algo".

 "Pecado mortal el que no baile"

"En la feria del pueblo o la feria de Málaga siempre es momento de fiesta y yo digo: 'Pecado mortal el que no se tome una cerveza y pecado mortal el que no baile', hay que ir a la feria", bromea y señala que baila "cuando hay una celebración concreta", hay cante, ambiente o un coro: "Se empiezan a mover las piernas y ya ahí hay baile".

Dice que aunque no sabe bailar ningún palo flamenco, le mete mano "a todo": bulerías, sevillanas, rumbas o cartageneras. "Si me ponen un tango, bailo un tango, le meto mano a todos los palos".

Su baile ante el papa fue en la beatificación de un fusilado gitano conocido como 'el Pelé', en la que el entonces obispo de Jerez, también gitano, animó a José Planas a que demostrara su arte. "Cuando me empezó a tocar las palmas le dije: Ay, no me las toque usted, Juan Pablo, Santo Padre", recuerda al no agradarle la forma en la que lo hacía.

Cercanía al mundo marginal

Muestra cercanía a todo el mundo marginal y al pueblo gitano y visita lugares como la zona de caravanas que hay en La Misericordia, en Málaga capital, donde viven en su mayoría hombres jóvenes separados que no tienen para pagar un alquiler y recurren a "comprarse una caravana, un coche viejo o una furgoneta para allí dormir".

Ante su soledad y desarraigo familiar, les ofrece compañía, "ayuda afectiva", y también se dedica a enfermos y ancianos, colectivo este último al que también bailó recientemente en una residencia.

"Tenemos que darle al pueblo un arte que es muy nuestro, que es el flamenco, que es la alegría", ha asegurado e indica que sus superiores siempre le han dicho que "es importante que la gente vea otras cosas en la Iglesia" y que goza de "libertad plena".

Hasta 800 personas cuentan que llegan a acudir a alguna de sus peculiares misas de coreografía incluida y que parte se quedan fuera al no caber en la parroquia del afable sacerdote, que dispone de una apretada agenda con misiones como acompañar a pacientes a hospitales o visitar a mayores. 

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