Quienes no conocieron a José Luís, un amigo entrañable, igual pasan de largo en esta ocasión y no dedican unos minutos a leer este texto. Teniendo en consideración su trayectoria personal, su muerte ha generado un doloroso vacío en quienes lo trataron directamente. La familia lo primero, ya que su perdida es enorme, inabarcable, aunque la vida continúe y los quehaceres cotidianos insten a vivir como sea. Detrás los, amigos muy cercanos, que compartieron muchos días y semanas pedaleando por esos montes de dios. De norte a sur de esta piel de toro, José Luis se las amañaba para con su bicicleta recorrer lugares casi ignorados de esta geografía. Después sus compañeras y compañeros del sindicato anarcosindicalista donde militó siempre.
En su sepelio se celebró un acto religioso católico. El sacerdote convocó a los presentes a desearle a José Luís la paz eterna y asumir con resignación la ausencia de su persona. Buenas palabras para quienes crean en la invocación divina que se repetía constantemente. Una de las lecturas de los evangelios fue sacada del apocalipsis de Juan. Un texto sorprendente, elegido por el celebrante, sencillamente, según explicó “
para que descansen de sus trabajos, porque sus obras van con ellos” Y las obras de José Luís fueron buenas y el descanso puede atribuirse directamente a la lucha que con la enfermedad mantuvo años. Las creencias religiosas, del difunto o de cualquiera que este texto lea, condicionan fuertemente el comportamiento. En el caso de José Luís la fe y esperanza en un mundo nuevo, por venir después de milenios, rezumaban en su talante. La nueva vida, que vendrá, para vivir en fraternidad juntos a quienes le rodeaban, era uno de sus mejores y mayores motores para vivir.
La segunda lectura fueron las bienaventuranzas. La reflexión sobre el sermón de la montaña, sea o no sea creyente quien la haga, permite concluir que pretende proyectar esperanza. Pero esta “espera”, pasiva o activa, emana de una promesa: “Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.” o “Bienaventurados
los que lloran, porque ellos serán consolados” o “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” Y escuchándolas con detenimiento y conociendo a José Luís, cada una de ellas invita a preguntarse ¿Cuándo? ¿Para cuándo? Y ¿Quién o quiénes consolaran, saciaran de justicia, o darán en herencia la Tierra?
Presente el ataúd, a la vista, seria normal preguntarse si de estar vivo ¿Qué pensaría José Luís? Al fin y al cabo queda, en cada una de las personas que convivieron con él, algo más que un recuerdo. Una impronta de su forma de ser y vivir. Los aspectos teológicos, que suscitó el sepelio, vienen a confirmar que, ante la definitiva verdad, las personas precisamos de respuestas a unos cuantos “por qués”. Y no vale la invocación a la voluntad divina para recuperar el sosiego. Porque la “voluntad divina”, como se suele decir , es insondable, a pesar de que las iglesias, de cualquier credo, persisten en interpretarla e incluso anunciarla a sus fieles creyentes. En las lecturas previstas, en la liturgia del acto católico, sonó raro la palabra Israel. Los textos bíblicos, de los nuevos o, en mayor medida, en los antiguos libros, esta palabra “Israel” se prodiga. Y la barbarie asociada a esa palabra en la actualidad es de tal envergadura que en los oídos de quienes son conscientes de la tragedia que Israel, está causando a los pueblos palestino e israelí, verían muy conveniente que dejara de nombrarse asociada a momentos de búsqueda de la serenidad y la paz. Sería más que oportuno modificar los textos litúrgicos de todos los actos religiosos para evitar si quiera nombrar a Israel. Al menos hasta que la humanidad se imponga en Israel y cese el exterminio que está provocando a decenas de miles de seres humanos.
Entre los “por qués” como en este caso parece evidente que la muerte no llega cuando quiere ella. Que cada cual no tiene los días contados. Que la causa ha sido el destino… La muerte de cualquier persona en un determinado momento es la consecuencia de una serie de circunstancias que se desarrollan interna y externamente al organismo y además durante un tiempo. La ciencia avanza, pero muy lentamente, ya que si se destinara a la investigación y a la salud, los enormes recursos que se dedican a la industria de la Guerra o a la aeroespacial, otro gallo cantaría. José Luis, junto a millones de personas estaban en que la realidad hay que transformarla mediante la voluntad de hacerlo. Que nada viene del “cielo” sino de la diaria labor de vivir los valores de hermandad con quienes conviven y estos valores impelen a rechazar la violencia institucional, la injusticia, la desigualdad, la opresión. Toda una vida dedicada a contribuir a esa lucha ayudó a forjar esos mismos valores en otros. Esa es una parte importante de su legado que quienes lo conocieron guardaran en sus corazones.
Fdo Rafael Fenoy