"Sevilla, tú eres muy grande, pero Huelva te ganó con un fandango alosnero que Paco Isidro cantó en lo alto del Conquero". No es más que una provocación inocente en una coplilla popular. Lo que sí trasluce es que el fandango es uno de los grandes palos del flamenco gracias, entre otros argumentos, a la presencia histórica de cantaores tan renombrados como Paco Isidro.
De este gran hombre nos cuenta con calma y delectación su nieto Juan Payán.
VIVIENDO EN EL BARRIO DE LOS CURAS
“En aquella época sí que había mucha vecindad. Hoy día, por la forma de los edificios, ya no tenemos trato con los vecinos. Llevamos veinte años en un bloque y no nos conocemos. En verano toda la gente se sentaban en la puertecita, al fresco, a partir de las ocho y media, las nueve de la tarde. Se ponía su refresquito, sus cosas, lo que fuera, su botellita. Y, bueno, ay de ti si tú, desde que entrabas en el barrio, no saludabas a todos los vecinos… porque al día siguiente, en la tienda de Quique, que entonces se llamaba El Cirolito, por el padre del Quique, … Si yo no saludaba, desde que empezaba la calle Ricardo Velázquez hasta llegá a mi calle, por las noches… que yo venía… no sé, imagínate que yo venía de la casa de mi novia… porque yo me eché novia muy joven, con catorce años… y como se me pasara alguien, que yo no dijera buenas noches, al otro día, cuando se encontraban a mi madre en el supermercao, tenía que aguantar que le dijeran ¡tu hijo ha pasao y ha saludao a la vecina y a mí no me ha saludao! Había un respeto...”.
“Tampoco había circulación de coches. Entonces podías tú ponerte en la acera, tranquilamente, porque por allí iba a pasar un coche, pues no sé, en la tarde pasaba uno. Era muy diferente. Porque, claro, ¿quién veraneaba entonces? El veraneo era ponerte por las tardes en la calle”. Eran familias enteras, al fresco de la noche, que convivían a diario, como aún se ve en los pueblos de la Sierra o el Andévalo (1). O en las de la costa, en las calles menos concurridas.
“Yo recuerdo de niño, con nueve o diez años, mi vecino o quien fuera me decía Juanito, venme al estanco por un paquete de tabaco. Yo iba. No es porque me mandara mi padre. Pero como era vecino yo, por educación, por ese hombre, iba y se lo traía. A mí no se me ocurría decirle que no. Todo era muy diferente a lo que conocemos hoy”.
ANTE TODO, LA FAMILIA
“Yo lo que he conocido en casa de mi abuelo es la gran unión que había entre los hermanos. Raramente no se reunían todos en el mismo día en casa de mi abuela. El círculo era muy estrecho. Pa que te hagas una idea yo vivía a veinte metros. Mi tío Paco a cincuenta. Mi tío Pepe se hizo la vivienda en la cochera de mi abuelo, donde tenía los taxis, debajo de la casa. Y mi tía Carmen vivía, aquí, en el Paseo Santa Fe. Relativamente muy cerca. Diez minutos andando. Yo lo he vivido de niño. Cuando no uno, era otro… entraban, salían… había un vínculo tremendo en la familia”.
CANTAOR, PERO, SOBRE TODO, ABUELO
“De mi abuelo te podría hablar lo que yo recuerdo ¡que es bastante! La gente que vamos siendo ya un poquillo mayor tenemos la memoria retrospectiva. Tengo muy buenos recuerdos. Era una persona muy elegante”. El énfasis de Juan y los años de los que habla nos hace imaginar a Paco Isidro como un galán de las películas de los años cincuenta. “Salía trajeao, sus camisas, sus corbatas, con su sombrero… y muy apreciao por la gente. Muy querida. La figura realmente en la familia. El padre de familia. Era un hombre muy pulcro. Yo he heredao un poco de esas cosas de mi abuelo. He cogido un ramalazo. Se podía limpiarse el zapato cuatro veces en el día. Cada vez que salía a la calle. Muy curioso”.
“Murió con sesenta y cuatro años. Nació en el noventa y seis y murió en el sesenta. Fue de una enfermedad que entonces se llamaba mala. Lo que hoy es un cáncer, pero que entonces no se le ponía nombre. O en casa no se le quiso poner nombre. Se ha muerto de una cosa mala, es lo que se decía aquí”.
“Te puedo decir que de mi abuelo sí tengo muchas vivencias porque como él cantaba e iba por giras… En las giras, como yo era el mayor… mi primo era muy pequeño y los demás todavía no habían venido al mundo… me traía unos juguetes que aquí nadie los tenía. Esos juguetes a Huerva no llegaban. Era un poco la envidia de mi amiguillos en el barrio”.
“Mi abuelo era muy cariñoso. Me acuerdo que me compraba las revistas del Capitán Trueno, del Jabato (2) … Me las iba leyendo, porque entonces yo era pequeño, y por cada página le tenía que dar un beso y un abrazo”. Las cosas maravillosas de los abuelos: irrepetibles e inolvidables.
EL CANTAOR DE FANDANGOS
El mundo del flamenco no tenía ni de lejos el reconocimiento de ahora. Aun así, era aplaudido en círculos privados y la forma de buscarse el sustento era, en gran medida, en fiestas en las casas de particulares. Al calor del hogar, el cante, el comer y el beber hacían un todo en el que el jolgorio reinaba sin mirar siquiera de reojo al reloj.
También en las tascas el cante afloraba. Pocas veces sobre un escenario. Las más de las veces en las mesas de los parroquianos. Era, en palabras de los antiguos, el cante de abajo.
“Mi abuelo hizo varios discos. Tiene discos de cuando eran los de placas antiguas, de pizarra”.
LAS SAETAS Y EL CLAVEL DEL GRAN PODER
“Mi abuelo también era muy conocido por ser saetero. Tenía mucha fama por cantarlas extraordinariamente. Ahí en la entrada de la calle Berdigón y en otros sitios emblemáticos de Huelva le cantaba a los pasos”.
En esta faceta de cantaor es su prima Eva, por boca de su padre José Barrera, Pepe Isidro, la que aporta más datos:
“Cuando pasaba la Esperanza y La Victoria por delante del kiosco, se paraban y allí él les cantaba saetas.Y recuerdo que mi padre me contaba que, en la esquina de la plaza de las Monjas, donde está la zapatería, le cantaba saetas al Cristo de las Tres Caídas, del que era muy devoto. No recuerdo el nombre de la zapatería ni si siempre estuvo ahí, en esa esquina.
“Eso aquí en Huelva, porque, como sabrás, en Sevilla, en La Campana, le cantaba al Gran Poder. Y luego está la anécdota de lo del clavel, que el capataz del paso se lo dio en gratitud por haberle cantado. Pero esto fue en Madrid, al Cristo del Gran Poder, que es réplica del de Sevilla. La cosa es que fue durante una Semana Santa que, por cuestión de cumplir con uno de sus compromisos adquiridos, ese año no podía estar en Sevilla para cantarle al Gran Poder, que era lo máximo para él, como le sucedía con la Virgen del Rocío. Era más que devoción. De hecho, el cuadro de la cabecera de su cama era el Gran Poder, ¿te acuerdas?”.
“Pues, siguiendo con la historia... una pena inmensa, que sentía, porque ese año no podía cantarle. Y, de noche, cuando regresaba en compañía de un amigo, él no lo sabía, vio la figura del Gran Poder, procesionando, allí, en Madrid, y se quedó impresionado porque pensó yo no he podido ir a verle este año y Él viene a verme. Total (jajajá), con el amigo, le pidió el favor a uno de los vecinos de la calle por donde pasaba que si podía subir a cantarle una saeta. Que se dio a conocer y los vecinos, imagínate, encantados de que, desde su balcón, Paco Isidro le cantara.
“El paso lo pararon donde el abuelo, para que le cantara, y la gente maravillada. Los de la Hermandad, no se lo creían, porque era como si fuera como en Sevilla misma. Al final, el capataz le pidió que bajara a la calle y le dio, súperemocionado, un clavel de la canastilla del misterio, en agradecimiento por haberle cantado esa saeta y, más tratándose de Paco Isidro. Y que nunca se le borraría ese momento”.
“Y esa es la historia del clavel, que las titas conservaron toda la vida... Sequito perdido, pero como si fuera oro puro”.
EL QUIOSCO EN EL PUNTO
En una Huelva de tabernas, de bonariegos y bocoyes, de zampuzos y tascas, también había lugares donde solazarse con alguna tapita que se saliera de lo más austero y humilde. El quiosco de Paco Isidro era uno de esos lugares distinguidos. Donde los hombres, y también las parejas de novios o los matrimonios, disfrutaban de una terraza con vistas a la Casa Colón.
“Eso estaba donde está hoy exactamente la estatua de mi abuelo y mi tío. Justo ahí en esa zona era lo que antiguamente era la entrada de Huelva. Los coches cogían por la calle Berdigón, que se era la calle Dieciocho de Julio”. Porque la Gran Vía no existía. El Brasil Grande, donde hoy está el Parque América, y también los jardines de la Casa Colón, adelantados en relación a su ubicación actual, cerraban el paso. “Durante muchos años mi abuelo tuvo una placa y con la corporación de Gabriel Cruz se hizo más reconocimiento con la estatua con su hijo”.
Para hacernos una idea real de lo que era ese quiosco Juan para y templa. “Hay que ponerse, un poco, en el tiempo. Estamos hablando de los años de crisis. Era un quiosco con tapitas y mayormente la gente iba a beber vino, porque es lo que se podía permitir. Y el que estaba en un nivel un poco más alto pedía la cervecita y las tapas. Y, si no, un vino y na. O con unas aceitunas”.
“Por la mañana lo que vendían mucho eran churros (3) con el café. Papelones de churros. Y a partir del mediodía y por la tarde pues era lo que más se conoce como un bar. Una tasca, pero bar”.
“No sólo en el de mi abuelo. En todos los bares que había, aquí en Huelva, en aquella época el camarero iba con su chaquetilla, normalmente blanca. Con su corbata, en fin… eso ya se ha perdido totalmente. En las tabernas no, pero en los bares sí. La taberna era, digamos, el sitio de encuentro de mucha gente de cuando venían de trabajar. Como no se salía por la tarde, el hombre que venía, después de ocho o diez horas trabajando, se aseaba un poco en casa y se iba con el amigo a tomarse una botellita de vino. Una botellita chica con unos chochitos o unas aceitunas, y se llevaba ahí hablando unas horas”.
“Yo iba a las tabernas de cuando chaval, con catorce o quince años, con mis amigos. Ya el vino era poco y era más la cañita. O el tubito, más estrecho, que es lo que nos podíamos permitir nosotros pagar en aquella época. Porque ya la caña costaba un poco más. Había muchas tascas muy conocidas del Centro. En mi barrio estaba la taberna de Matías. Aquí en El Punto estaba Las Ocho Horas. Luego había otro aquí arriba que se llamaba El Pechuguita. Tabernas muy conocidas de Huelva”. La de El Punto la conocía yo como la tasca´l Velo, de Velo Coronel, proveniente como tantos otros de Bonares.
Señala Juan “ahí había un refino” (4) … los escenarios infantiles donde correteaba Juan y donde ejercía, como algo natural, como el nieto que hacía los recados.
“Era del abuelo, y sus hijos estuvieron trabajando varios años en él. La fecha de inauguración data, aproximadamente del año 43 y se cerró en el 56. “Cuando yo tenía tres añitos pa cuatro, según me contaban mi abuela y mi madre. Trabajaron dos tíos míos, de los seis que eran. Mi tío Paco que era el mayor, que también era taxista. Y mi tío Pepe, que era el menor de los hermanos”.
“Mi abuela fue una mujer de su casa. Muy buena cocinera. Era la que hacía las tapas para el bar. Tenían mucha fama las tapitas de gambas rebozadas. El pollo al ajillo. El menudillo de pollo. La verdad es que mi abuela tenía una mano de cocina extraordinaria. Yo los recuerdos de niño… porque yo me criao mucho tiempo en casa mi abuela”. Como las casas estaban cerca, en cuanto Juan se aburría allá que se iba. Su tía Mari era costurera y tenía un taller en casa. “Siempre había mucho tránsito de mujeres. Que iban a probarse la ropa, que iban a hacer encargos… y yo pues me entretenía viendo como mi tía tomaba las medidas y todas esas cosas”.
Esto es un extracto de un capítulo, quizá, del tercer volumen de “Huelva choquera y tabernera”.
Algar, un municipio de la sierra de Cádiz de unos 1.400 habitantes, quiere convertir en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad sus "charlas al fresco", una tradición que relaciona a los vecinos en las calles durante las tardes y noches de verano y que desean conservar y proteger.
En plena era digital, esta tradición de comentar los acontecimientos del día sentados en las puertas de las casas contrasta con la que mantiene hoy en día gran parte de la población, pegada a la pantalla de sus teléfonos móviles y tabletas.
2. Uno de los personajes más afectados por la censura fue uno de los más populares -como nos comenta Ignacio- “En El Capitán Trueno la violencia y las luchas eran uno de sus componentes más arraigados, de modo que, para su supervivencia, no quedó más remedio que infantilizar las aventuras, a la par de eliminar la presencia de espadas, cimitarras y cuchillos. Incluso en reediciones posteriores, de finales de los sesenta, se retocaron los cuadernos originales y se borraron las armas, e incluso se eliminaron viñetas enteras, haciendo la historia absurda: cuerpos abatidos por flechas invisibles, puños que cortaban, a pesar de no blandir arma alguna...”
https://www.rtve.es/noticias/20150116/censura-contra-comic-espanol/1081957.shtml
3. “Empezar el día disfrutando de un café o chocolate caliente con churros o calentitos, como son conocidos en Huelva, es uno de los grandes placeres de la vida. Esta particular forma de desayunar data del siglo XIX y proviene de los antiguos buñuelos que se hacían en las ferias”.
4. Referido a Cádiz, no puedo evitar la inclusión de este texto que el susodicho Carmelo nos envía como un misil de corto alcance. Recordemos que la Tacita de Plata está aquí mismo, a la vuelta de la esquina. Gracias infinitas a Carmelo.
Refino: “Tienda gaditana dedicá a la venta de hilo, sinta, botone y, en la mayoría de los caso, ropa íntima masculina y femenina, usease, braga, sujetadore, bajera, camiseta de tirante y calsonsillo.
Fueraparte del ojeto de venta, el refino se carasterisa por dó cuestione esensiale. Por un lao las gafa del dependiente o dueño. Durante muchos año los propietario del refino, como tó en esta vida, eran mayoritariamente hombre. Siertamente los riesgo que una astividá de este tipo conllevaba en relasión con la intimidá de las gachise y los doble sentio que la misma podía acarreá, hasía que esos señore desarrollaran una cara de bocadillo de mortadela equivalente al hecho de que paresía que le daba iguá el tamaño de las braga de la clienta. Con posterioridá, la irrusión de la mujé en el mercao laborá provocó que mucha de ella escogieran la vía del refino pa cotisá a la Seguridá Sosiá, lo que aliviaba siertas tensione en las gachise a la hora de comprá braga pero provocaba larga hora de charla entre dependienta y clienta en relasión a las braga que meno picaban o el picardía que má levantaba a sus respestivo Manolos.
Como disía, un elemento unificaba a las mujere y hombre dependiente de refino, refiriéndono por supuesto, a los dependiente propietario y no a las típicas niña que estaba allí ayudando, figura también mu carasterística en el refino. Ese elemento son unas gafa, relativamente grande, antigua como del abuelo de Alain Afelú y con un cordonsillo alrededó convenientemente situao pa que el dependiente se las dejara caé cuando no tenía que tenerla puesta porque eran gafa, generalmente, pal serca.
El segundo elemento carasterístico del refino es la trastienda. En todo los refino a las espalda del dependiente hay una puertesita que conduse a una quinta dimensión que ha desaparesio del continuo espasio tiempo. Allí se acumulan cantidade increible de elemento de venta que se encuentran ordenao no se sabe muy bien porqué ni cómo. Las trastienda de los refino y los piso en Japón son los sitio en los que caben má cosa en meno espasio, de ahí que se hable de una quinta dimensión inabarcable para los astrónomo.
La importansia del refino en la actividá comersiá gaditana ha hecho desde siempre grandísima, aunque su preponderansia surgió trá la sordificasión de Astillero. Durante ese período fue uno de los tré pilare del comersio gaditano junto con las barraca y los vidioclus puesto que los que se habían cogio la baja en Astillero, con los millone que le dieron montaron uno de eso tré negosio a nombre de la parienta. La esistensia de los refino en Cádi, sin en cambio, ha desarrollao una notable caída con la llegada de las tienda de a 20 duro que sustituyeron, en muchos caso, el escaso afán comersiá gaditano, hasta que llegaron los moro y los chino a haserse cargo de las misma.
Los prinsipale refino que sobreviven han hecho los que, ademá de vendé hilo y botone, vendían ropa interió. De entre ello, sin duda hay que destacá a Amalia cuya tienda en la Plasa Las Flore ha hecho lugá de peregrinasión obligatorio para mile y mile de gaditano desde hase siglo con el ojetivo de asquirí bajera y eslí de muslo. No es el único refino, pero sí que resulta el má carasterístico habiendo consiguio, ademá, desarrollá esa cualidá de quinta dimensión no sólo en la trastienda sino también delante del mostradó. Cuenta la leyenda que Amalia presentó su tienda al recor guine del lugá en el que cabían má caja de braga pero finalmente no pudo asedé al libro porque el notario la espichó enmientra que contaba cuando iba por la tré millone quiniento sincuenta mil dósiento sincuenta y cuatro.
https://carmelopedia.blogspot.com/2009/07/refino.html