Isósceles Cataplasma, siempre había mantenido la duda sobre si en los momentos claves, era más conveniente encabezarse la gorra o tal vez engorrase su hermosa cabeza. Lo cierto es que nuestro protagonista, desde muy pequeño había sido educado en el aprendizaje de sus límites y jamás, para no frustrarse y desanimarse, había intentado comparar sus habilidades con la gente genial.
De darle tanto al magín, había descubierto que tan importante para la supervivencia era huir del optimismo absurdo de que las cosas se arreglan solas, como del alarmismo pesimista que en función de cómo hablamos o nos quejamos, nos hace pensar que, todo está perdido y no hay solución posible.
A lo largo de los años, entre cabezas y gorros, había aprendido que la sencillez, la naturalidad y el saberse uno más, es abordar la vida con una actitud humana y desde el sentido común, lo que le permitía soportar las incertidumbres que todos vivimos cotidianamente o las contradicciones entre lo que pensamos, lo que queremos y lo que podemos hacer.
En el viaje de la vida, y de sus más de cuarenta años, también había descubierto que nunca es demasiado tarde , que saber escuchar siempre es enriquecedor, y que empeñarnos en llevar razón contra todo y contra todos, nos puede hacer sentir más solos que la una.
Con nuestras inteligencias y nuestros disfraces, somos lo que aprendemos, pero no es menos cierto que aprendemos a partir de lo que somos, de ahí que empeñarnos en vivir en la burbuja de nuestra única verdad es tan pobre como darle mucha importancia a lo que no la tiene.
Por su propia formación como filósofo, lo ponía todo en cuestión, y dudaba de que la magia del dedo fuera capaz de superar el esfuerzo del mérito, a pesar de que la tozuda realidad se empeñara en demostrarle lo contrario, y no admitía la caprichosa ley del embudo, de que si me beneficia es bueno, pero si lo hace al otro es una tragedia.
Sus retos a diario eran el camino entre hazañas y proezas, pero superarlos le colocaba sin mayor importancia en la siguiente jornada ante la posibilidad de que cosas poseía, que nuevos conocimientos tendría que adquirir en un mundo que no para de moverse.
Cataplasma, tenía entre otros dones naturales, la de ser un gran conversador, que iba tejiendo la tela de araña con el interlocutor que le tocara en suerte para envolverlo, para con el poder seductor de su palabra y sus gestos convencer, reducir o incluso eliminar su posible oposición.
Era muy tenaz, y sabía que si somos capaces de superar nuestros miedos, tenemos gran parte del éxito garantizado, porque si queremos cambiar la realidad no podemos quedarnos encerrados en nosotros mismos, paralizados, temerosos y presos de nuestra propia negación.
Sabía que era deseable , entrenarse continuamente en afrontar riesgos, despejar incógnitas y superar dificultades, pero esa opción era lo que le daba fortaleza para apagar fuegos , conseguir y fidelizar adeptos o detectar indecisos.
Lamentablemente resulta inquietante , como perdemos en el camino de la esterilidad a tantos seres imaginativos como Isósceles, como sin tener ni puta idea , algunos ineptos a los que les toca decidir , optan por beneficiar frente a las ideas sus intereses , y se oponen a lo que desconocen simplemente por la castrante visión de que nadie les pueda hacer sombra.
Al fin y al cabo como decía Erik Satie, “la inteligencia está más allá de cualquier negación”.
Curioso Empedernido
Cabezas y gorros
- Juan Antonio Palacios
- Curioso Empedernido
Publicado: 27/10/2010 ·
11:34
Actualizado: 27/10/2010 · 11:34
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