En ocasiones precedentes, y desde este mismo espacio, he ido dando la bienvenida a la ilusionante realidad de cada nueva iniciativa editorial. A pesar de que aquella pegadiza canción titulada “Malos tiempos para la lírica” haya cumplido ya casi cuatro décadas, en lo que respecta al mercado del libro poético, las cosas no parecen haber mejorado en demasía. Por ello, es justo destacar el empeño de la colección “Los Conjurados”, enmarcada dentro del sello Polibea.
Dirigida y diseñada por Juan José Martín Ramos -con el asesoramiento de Ángel Rodríguez Abad, José Ignacio Serra y Ángel Luis Vigaray, este último ya fallecido, pero muy cercano en nuestra memoria-, dicha colección es una ambiciosa y solidaria realidad, nacida no ha mucho tiempo. Su voluntad es la de dar a conocer propuestas líricas de todo tipo, sin detenerse de forma predominante en estas o aquellas estéticas, e ir poco a poco consolidando un espacio donde arropar muy diversos títulos que alienten y abracen la devoción por las letras.
“Los días impares”, de Isabel Bono, sirvió de pórtico y en sus páginas puede hallarse la intensa voz de esta malacitana que clama de ausencia y desmiente la esperanza, porque “el futuro/ es una casa vacía”.
Alentado por el notable empeño en alternar autores de mayor recorrido con otros noveles, surgiría con posterioridad, “El manantial del asombro” del cacereño Antonio Sánchez Núñez, un poemario que mira a la existencia con el escalofrío de quien descubre desde su conciencia la luz que espejea en derredor del ayer: “La memoria es una calle ancha y soleada/ con las ventanas abiertas estallando de geranios”, escribe.
El propio Juan José Martín Ramos, editaría después un atractivo volumen, “Negar la luz”, donde llameaba su verbo personalísimo y por el que asomaban, con lúcida percepción, pasiones y desdichas, sueños y certidumbres, cielos y nubes…, todo ello, tamizado por un verbo encendido que arañaba sus adentros: “Entre esta desnudez mía de ahora/ y tu desnudez de entonces/ no sé qué vereda de agua, de aire, de silencio/ anuda en el vacío/ el inhóspito designio de sus límites”.
Y, poco a poco, con la constancia y el tesón de quienes aman su trabajo y defienden con firmeza sus ideales, “Los conjurados” ha ido ganando afectos, adeptos y reconocimientos y dando a la luz nuevos títulos: “Galería de charcos”, de José Ángel Cilleruelo, “La espada en el ágata/ Little killer”, de José Ignacio Serra, “Aprendizaje”, de Beatriz Russo, “El pincel fino/ A dreaming woman”, de Mª Antonia Ortega, y “Escenas de catástrofe”, de Toni Montesinos.
Su más reciente publicación, “Última forma”, recoge una sugestiva antología amorosa de Miguel Losada; compilación donde queda de manifiesto la sutil y sobria autenticidad del poeta vigués: “Como el bambú/ también mi corazón/ se dobla con el viento/ para erguirse al instante/ en que pasa la brisa”.
No acabará en estos primeros nueve volúmenes la andadura de estos conjuros y conjurados poéticos. Mucha más poesía irá derramándose desde su valiente apuesta: Ana Rosseti, José Gutiérrez, Javier Lostalé y tantos otros…,irán sumándose a esta lírica singladura a la que deseamos un largo y gozoso periplo.
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