Me lo han contado de varias maneras, pero en un mismo sentido. Dos amigos de los de antes, se van ayudar ahora. A primera vista parece un enchufismo puro y duro. Dice así: “Por fin mi hijo aprobó el bachiller y necesito que le eches una mano”, le dijo Pedro a Manolo; “Por supuesto” respondió Manolo, “¿Qué te parece si lo colocamos de asesor en uno de mis departamentos ganando 9.000 euros mensuales?
Pedro respondió: “Te lo agradezco, pero me parece excesivo; a sus 24 años, le conviene algo que le ayude a esforzarse”. El amigo benefactor le respondió: “Podré buscarle un hueco con 5.000 euros mensuales”. El “padre agradecido” terminó aclarando: “Quiero un puesto en el que gane alrededor de mil euros”.
Ante esta última “inocente propuesta” el influyente político respondió: “Eso es imposible, tendría que tener, al menos una licenciatura y pasar por oposiciones. Y ahí no tengo nada que hacer”.
Ser funcionario aseguraba estabilidad económica; al mismo tiempo, ha sido fuente de chistes y envidia de quiénes no superaron oposiciones. Decir que se bajará un cinco por ciento del sueldo a los funcionarios parece que cae hasta bien. Pero los funcionarios no han cometido delito al aprobar unas oposiciones.
Y ¿cómo se atreven a hablar de congelar las pensiones? Hay pensiones que no admiten congelación porque con ellas, quiénes las tienen se mueren de frío. No obstante, parece que para contrarrestar meter mano a las pensiones, “se insinúa, se pide” a los alcaldes se bajen un quince por ciento los sueldos. ¿Serán obedientes a los aparatos de los partidos?
Seamos claros: bajar el quince por ciento a un sueldo de 100.000 euros anuales, significaría un sueldo de 85.000 euros. Comparándolo con una pensión de 30.000 euros (buena pensión) después de 35 años de profesor, existe una diferencia de 55.000 euros a favor del sacrificado alcalde, sin tener en cuenta su cualificación ni su rendimiento.
Que un alcalde de una provincia andaluza se haya bajado el sueldo de 97.000 a 79.000 euros aparece como una gran noticia. Pero dentro llega una fuerte falacia. Los datos son escalofriantes. Sabemos que se solapan competencias y se crean “administraciones sin necesidad”. Sabemos que la suma de los sueldos de los presidentes de las diputaciones españolas asciende a 3.059157 euros (hay quienes se preguntan para qué sirven) y los sueldos de los diecisiete presidentes autonómicos suman 1.408981,46 euros y a todo ello añadir: consejeros, asesores, gastos corrientes de parque móvil, dietas, móviles, convenios etc. Estos o no tienen cinturón que les oprima o sus tirantes les facilitan respirar cómodamente. A veces sin ser sujetos de graves controles fiscales.
Salir de la crisis, apretarse el cinturón, son palabras que influyen en el subconsciente de los más débiles, domesticándoles para pagar platos que otros rompen. Todo está programado para llegar al convencimiento de que la cosa está tan mal que todos hemos de arrimar el hombro. Para quiénes tienen ingresos anuales entre 164.043,54 euros y 97,339 euros, poco les afecta la crisis. Pero, para poder apretarse el cinturón, hace falta en primer lugar tener cinturón o podérselo comprar. La expresión: ‘apretarse el cinturón’ la entienden aquellas personas y familias a las que cada vez les cuesta más llegar a fin de mes.
La salida de la crisis no puede basarse en cargar aún más las espaldas de los más débiles, sino de poner en marcha los mecanismos de una administración que utilice los recursos con eficacia y eficiencia y unos políticos que luchen día a día con ilusión utilizando el poder como servicio y con sentido común.
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