Nuestras vidas son un coctel de buenos y malos momentos, un repertorio de canciones que nos gusta escuchar a ratos, y otras que somos incapaces de soportar por mucho que nos la pongan en el primer puesto de las listas de éxitos.
Hay quienes se consideran ungidos de una extraña y desconocida fuerza que les lleva de forma inevitable a señalarles a los demás cual es el camino, mientras otros no saben nunca ni donde están, ni quienes son, ni hacia donde dirigir sus pasos. Mientras, la gente considerada sociológica, estadística y psicológicamente normal, entre tanta cultura oceánica, tanto doble juego y tanto personaje que intentan reafirmar sus incertidumbres y justificar sus resentimientos, terminan por considerarse seres extraños, bichos raros .por pretender con su esfuerzo y trabajo diario, sumar en lugar de restar, integrar en vez de desintegrar, y armonizar frente a imponer sus criterios e intereses. Así en la actividad política, que es un difícil camino plagado de obstáculos y espinas, más que de premios y satisfacciones, cada cual se la juega en el mismo instante que toma una decisión, practicando el triple salto mortal sin red, en la que casi siempre, no cuentan el catálogo de aciertos sino la dimensión del único error cometido. Ante estas situaciones, que son el pan nuestro de cada día, quienes ostentan una responsabilidad pública han de ser valientes y reconocer sin complejos cuando se equivocan, y además estar dispuestos a rectificar, ya que lo contrario, que suele ser enrocarse y persistir en que el resto de la humanidad no lleva razón, es ahondar en la torpeza y colocarse en el camino de un calvario que casi siempre tiene un mal final. Dicen que el dedo del destino, es el índice, el segundo de nuestras manos, y que suele ser el más expresivo, porque es el que normalmente usamos para señalar las cosas y los objetos que nos rodean o para indicar las direcciones, incluso para mostrar nuestra negativa ante lo que no nos gusta, y hoy en día para navegar por el mundo entero a través de la red, haciendo clic con el ratón y accediendo a toda la información disponible. No sería malo, que de vez en cuando, volviéramos ese dedo hacia nosotros mismos, y nos preguntáramos si estamos haciendo todo lo posible para hacer de este mundo en el que nos ha tocado vivir un lugar mejor, en el que practiquemos el diálogo constructivo y no perder nuestro precioso tiempo en discusiones inútiles que solo conducen al desgaste y a la destrucción. Tampoco estaría de más, que nos paráramos a reflexionar y serenáramos nuestro ánimo, y nos diéramos cuenta que cuanto más corremos menos tiempo tenemos, que el futuro nos lo construimos desde el presente, que por mucho que alcemos nuestras voces y gritemos no tenemos más argumentos y razones, que el dinero no lo arregla todo, y que la inmensa mayoría de las cosas no ocurren por casualidad. Todos los días nos montamos un batiburrillo de ideas, emociones y sentimientos, sobre una realidad de la que no somos dueños, pero en la que en ocasiones nos creemos poderosos por que nos han delegado una responsabilidad, y en la que si fuéramos capaces de desterrar nuestras filias y fobias que nos impiden avanzar, quizás todo sería más sencillo y placentero y evitaríamos muchos rotos y descocidos. Sé que algunos al leer este revoltijo de letras, pueden llegar a pensar !mira éste, qué presuntuoso, intentando arreglar el mundo con buenos propósitos °Nada más lejos de la realidad, pero créanme tampoco estoy por empeorarlo, con el único fin de pasármelo mal y hacérselo pasar a los demás. Y esa es tal vez la gran pregunta, dónde estamos, con la píldora cómoda de "esto no hay quien lo arregle", o comprometiéndonos y manifestándonos por la dignidad humana. Haciéndoles el juego y siendo cómplices de los infames, canallas y chorizos o construyendo raíles para sembrar poemas de entendimiento y honradez.
Curioso Empedernido
El dedo del destino
- Juan Antonio Palacios
- Curioso Empedernido
Publicado: 15/02/2010 ·
18:02
Actualizado: 15/02/2010 · 18:02
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