El Sevilla resiste el asedio del Getafe y es el primer finalista
El Sevilla jugará la final de la Copa del Rey después de dejar en la cuneta al Getafe, que se impuso por 1-0 en el Coliseum, pero se topó con un gran Andrés Palop, que con sus intervenciones privó al equipo de Míchel del gol que le hubiese llevado a la prórroga.
El Getafe fue superior en los dos partidos y se quedó a la orilla de llegar por tercera vez en cuatro años al último encuentro del torneo del KO. Lo hizo con honor, muriendo de pie y no de rodillas, ante un rival que no apostó casi nunca por el fútbol.
Fue el Getafe el que llevó todo el peso del partido. No tardó en intimidar a su rival. En los primeros doce minutos tuvo tres ocasiones clarísimas. Dos fueron de Soldado. En la primera, estuvo a punto de superar a Andrés Palop con una vaselina en un mano a mano. Después, mandó un cabezazo al poste. Entre medias, Dani Parejo no pudo superar a Palop, que despejó una pelota a córner cuando el canterano del Real Madrid estaba solo delante del guardameta valenciano.
Mientras pasaba todo eso, el Sevilla no hacía nada por jugar al fútbol. Su máxima preocupación era parar el juego y perder tiempo sin intención de hacer nada por matar la eliminatoria. Tal vez fruto de la desesperación, con su equipo dominado en todas las facetas del juego, fue expulsado Manolo Jiménez por protestar al árbitro.
Pero el Getafe, por más que lo intentó, y con Pedro León en plan estelar, no pudo llegar al descanso con algún gol en el saco.
La remontada se presumía imposible, o, como mínimo, muy complicada. Sin embargo, a veces las reglas están para romperlas, y el Getafe, que no perdió ningún tipo de mordiente en el vestuario, salió al césped a hincar el diente a los andaluces. Y lo logró. Después de cientos de acercamientos, curiosamente metieron la más difícil, gracias a un remate de cabeza en escorzo de Roberto Soldado.
El tanto azulón hizo el efecto contrario al deseado probablemente por Míchel. Sus jugadores se durmieron, fruto del esfuerzo físico del primer periodo, y perdieron el empuje del que habían disfrutado hasta entonces.
El Sevilla tampoco aprovechó la situación de desconcierto de sus rivales y no hizo nada por acabar con las ilusiones de un estadio que por primera vez en Copa presentó una buena entrada.
Prefirió guardar la ropa y esperar un contragolpe decisivo, que pudo llegar en el único remate peligroso de los andaluces en la portería de Óscar Ustari. Lo hizo Jesús Navas, que mandó el cuero a la grada cuando estaba delante del argentino.
Entonces, la escuadra madrileña despertó cuando quedaban quince minutos. Una jugada aislada podría acabar con los planes conservadores de un equipo que tenía pinta de llegar a la final haciendo muy poca cosa.
La intentó el Getafe, que la tuvo en las botas de Derek Boateng. El ghanés lanzó un zapatazo tremendo en el descuento que salvó Palop. No hubo más, fue el último cartucho que gastó el Getafe, que, sin duda, fue el mejor de la eliminatoria y mereció una plaza en la final.
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