En España durante el franquismo, se llamó “región” a las que se nominan Comunidad, denominación caprichosa aquella, para reconocer una realidad social e histórica no reconocida de forma oficial. Porque una región es un espacio irregular de territorio que, generalmente trasciende y supera el espacio de uno o varios estados aunque en menor medida también puede darse en una zona de un Estado, porque “región” es un término geográfico, no político. Una región es el Sahel, el Creciente fértil, la América negra, la Amazonia, Siberia y un notorio etcétera.
El problema se crea cuando es vicio de quienes gustan de “reinventar” el idioma, o ganas de minimizar la importancia de una Comunidad, problema que engloba ambos conceptos aunque fuera utilizada con una sola intención. Porque se rebaja de situación, de estado (status dirán estos conceptualistas del lenguaje), por lo que, aunque pudieran creer rigurosa la definición, más se acerca a una “defi-neción”, porque Andalucía es región en lo geográfico, en tanto su conformación responde al paralelismo entre dos cordilleras y la depresión consecuente formada por ambas. Y en este caso la región geográfica no es plenamente coincidente con la Comunidad histórica, social, humana y política, que sí define esas cualidades y peculiaridades.
Entonces ¿por qué ha dado a políticos y comentaristas por definir Andalucía como “región”, en flagrante contradicción con su Estatuto de Autonomía? ¿Es que unos y otros tienen más autoridad que los diputados redactores y el pueblo andaluz que lo aprobó en Referéndum. El interés por rebajar la capacidad auto decisoria de los andaluces -pese a que pueda haber votado opciones políticas no andaluzas, pero ese es otro tema digno de tratamiento propio- da idea del escaso valor otorgado a la Comunidad con ese tratamiento minimalista.
Andalucía es un todo, una Comunidad Histórica con todos los derechos inherentes. Llamarla “región” tiene hedor a falta de respeto, a minusvaloración. Quienes han optado por esa definición pueden disfrutar de medios para informarse debidamente, si quieren, y así no seguir menospreciándola. Sólo tienen que pedirlo, que voluntad para alcanzar un pueblo formado e informado, hay de sobra sea esa voluntad mayoritaria o no en la clase política.