Todo mengua. En televisión, la agilidad que exige el actual lenguaje audiovisual hace que los periodistas tengan que comprimir -en apenas un minuto- una noticia que, en ocasiones, es compleja, tiene infinidad de aristas y hay que ponerla en contexto. Prima imagen y brevedad en detrimento de rigor. Los directos o in situs -antiguos falsos directos- que no pasen de 30 segundos; los totales, si pueden ser de unos diez segundos, pues mejor. Ritmo, ritmo. Agilidad. Celeridad. Las colas, breves. Muchas noticias en poco tiempo.
En mi infancia, cuando acudía a las grandes salas de exhibición cinematográficas, iba a lo que llamaban sesiones continuas. Aquellas en las que por unas pocas pesetas podías ver dos largos metrajes, con un descanso entre ambos para poder visitar al señor Roca y/o comprar palomitas y un refresco sin que, como ahora, suponga un menoscabo en tus finanzas. Al menos, cuatro horas de cine en una misma butaca. Las salas de proyección fueron menguando y la duración de las películas, también. Con excepciones, claro. Además, ya solo se exhibía un único largometraje.
Irrumpieron las series. Uno se resistió. Se quedó en Verano Azul y Los Serrano hasta que al ver Juego de Tronos comprendió que las grandes producciones ya se filtraban en casa sin necesidad de acudir a las salas de distribución, que ya eran multis y pequeñas. De repente, unas multinacionales cuelan, previo pago, tal cantidad de oferta audiovisual en tu salón que tardas más tiempo en elegir que en visionar. Pero ya, ni siquiera, aguantamos series de varias temporadas. Buscamos menos de diez capítulos que no pasen, cada uno de ellos, de una hora de duración. Miniseries. Como Godless (2017), un western de Scott Frank que me ha encantado y en el que el personaje con menos escrúpulos y más canalla -y mira que hay canallas en esa producción- es el periodista. Hasta los forajidos tienen más deontología que él.
Estamos en la época de todo al instante. Cuanto más breve, mejor. La era de los 140 caracteres ampliables, que está convirtiendo nuestros cerebros en vagos. Somos incapaces de leer artículos extensos y sesudos. Apenas nos concentramos. Estamos en la multitarea, viendo la serie, mirando el móvil, respondiendo mensajes y recibiendo avisos. Y todo esto cambiará el cerebro, dicen los neurólogos. Cosas veredes, amigo Sancho.