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Patio de monipodio

Sevilla tiene un calor especial

El calor especial puede llegar a sofocante salvo que los quemadores de selvas tuvieran razón y lo del cambio climático fuera “un invento de la izquierda”...

Publicado: 09/02/2021 ·
11:19
· Actualizado: 09/02/2021 · 11:19
  • Sevilla. -
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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El calor especial puede llegar a sofocante salvo que los quemadores de selvas tuvieran razón y lo del cambio climático fuera “un invento de la izquierda”. De momento la bola de nieve rueda alta y en consecuencia viene despacio, por eso todavía se puede disfrutar. Decimos disfrutar porque quien viene a Sevilla en verano sabe que viene a pasar calor. Y a pesar de todo, viene. Algo tendrá el agua… Por cierto, una de las mejores aguas de la península salvo en sequías, que tampoco se aprovecha suficiente, porque el visitante valora el trato, la atención. Y el turismo no debe ser nuestro monocultivo económico, en economía no deben darse monocultivos, pero tampoco es lógico saltarse al extremo opuesto: el turismo no es desdeñable.


Dónde hay que acertar es en el tipo de turismo a atraer. Por más beneficio que obtengan unas decenas o unos cientos de propietarios de apartamentos, no es el de hacerse la comida en casa, no es el de creerse libres para molestar, el que ninguna ciudad necesita. Sevilla tiene clase para atraer turismo de clase, no se trata de rechazar, no hace falta, los públicos se definen solos. Cuando hay qué ver se acude a ver. A conocer. A aprender. Y cuando hay tanto que ver como en Sevilla, se vuelve. Siempre que los accesorios estén a la altura. El turismo cultural tiene la ventaja de que consume, gasta. Nadie va a venir de Nueva York a ver rascacielos ni bodrios con dislocada pretensión arbórea, aunque su autor lo jure. Sevilla en sí, su autenticidad, no los parches añadidos, pretendidos y absurdos “toques de modernidad” son los que tienen atractivo. Para contemplar retorcidos y rebuscados elementos pretenciosamente originales el curioso tiene otros destinos. Ni lo tiene un rascacielos ni ocultar su cultura bajo un monstruo deforme, cuando miles de ciudades pueden ofrecer miles de bodrios similares y distintos. Atenas, Budapest, Florencia, Granada, Praga, Sevilla ó Venecia, pueden ofrecer cultura, historia. Estilo. Esa admiración vista en visitantes nacionales o extranjeros crecería si se le ofreciera la ciudad auténtica, sin añadidos de la ramplonería arquitectónica actual. Ya que están, al menos consérvese lo que queda, que todavía tiene fuerza para atraer millones, en personas y en beneficio. Muchísimo más, infinitamente más que el que hoy puedan obtener varias decenas -o cientos- de propietarios que sólo ofrecen la capacidad de molestar que los hoteles no permiten y subida de precios; porque los llamados “apartamentos turísticos” pueden suponer beneficio para multinacionales sin escrúpulos, pero no para la ciudad.


Aprovechar una sinergia creada por los más de treinta siglos de vida de la ciudad requiere potenciar los accesorios: entretenimiento, música, rutas, gastronomía, sin la molestia de  vecinos ruidosos que desahogan aquí la agresividad contenida en sus lugares de origen. Porque el turismo educado no hace fiestas en casas de vecindad. El turismo cultural viene a valorar lo nuestro, a todos los niveles, también en el gastronómico; no viene a comer lo que le ponen en su lugar de procedencia. Sevilla tiene mucho que ofrecer y mucho que ganar con un turismo de calidad. A ver cuándo.

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