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Jerez

"Duele más el trato a los sanitarios; ha sido malísimo"

Una enfermera jerezana contagiada por el coronavirus relata cómo ha vivido la cuarentena y su frustración ante el aumento de casos entre compañeros

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  • Una imagen de archivo del personal sanitario con los EPI. -
  • “Esto no ha acabado; esto va a volver. Hemos pasado del nada al todo”, avisa sobre el plan de desescalada.

Andalucía es la comunidad autónoma con más sanitarios contagiados por el coronavirus de todo el país. Según se desprende de un informe difundido esta última semana por el Instituto de Salud Carlos III, dependiente del Ministerio de Sanidad, en España se han notificado 30.660 casos positivos de Covid-19 en el personal sanitario, lo que supone un 22% del total, porcentaje que ronda el 29% en Andalucía con 4.275 profesionales infectados. María –le ponemos un nombre ficticio porque teme ser sancionada por contar su testimonio- es una enfermera jerezana de 34 años que trabaja en un hospital del SAS y engrosa la lista de profesionales que han sufrido un “accidente laboral”, como así se considera a los casos de personal sanitario contagiados. Ella trabaja en una planta de pacientes Covid-19 y se lo veía venir. “Es más fácil no contagiarte que contagiarte”, señala.  

Al principio de la crisis sanitaria tuvo que hacerse la prueba por estar en contacto con un positivo y “no estar protegida”, pero dio negativo. Esta segunda vez, aunque llevaba el EPI, sí dio positivo. El PCR sólo hizo confirmar lo que ya sabía. No es capaz de localizar el momento concreto, pero cree que seguramente sería quitándose el equipo de protección, porque ella ha tenido la “suerte” de no utilizar las mascarillas defectuosas, lo cual no le ha librado de reutilizar las otras y exponerse a “otra fuente de contagio”.  “No lo sé, supongo que han sido las batas –señala para referirse a estas prendas impermeables- porque tenemos una bata por cada turno de 12 horas. Normalmente entramos dos veces a ver al paciente. Hay refuerzos de personal, pero estamos hablando de 12 horas, si te la quitas y te la vuelves a poner para entrar otra vez y ya está contaminada...”.  Es la consecuencia de tener medidas de protección “escasas” y “justitas”.

Lo mismo ocurre con las gafas y las pantallas, independientemente de que cuando terminen las sumerjan en un cubo con lejía y agua. “Eso ya ha estado en la superficie, el bicho se queda. Entras protegida a ver al paciente, pero luego te lo retiras y te lo vuelves a poner; creo que ha sido así como me habré contagiado”, relata a Viva Jerez sin ocultar su indignación por todo lo que está ocurriendo con sus compañeros, y ya más recuperada tras haber pasado unos días complicados. 

¿Cómo es el momento en el que se libera del EPI? Tal y como detalla, “llega todo a tal punto de calor que te lo quitas con miedo y con cuidado pero también agobiada, porque lo que quieres es retirártelo. Ya cuando acabo el turno pues se tira, claro”.  Hace quince días que cumplió la cuarentena tras aislarse en casa y ahora está a la espera de volverse a hacer las pruebas.

María asegura que se percató de que algo no iba bien tras perder el sentido del gusto y el olfato en cuestión de horas. “Pasé de tomarme el café por la tarde en el hospital como cualquier día a tomarme en casa una galletita salada y que no me supiera a nada. Entonces pensé, qué rara sabe”. Esa misma noche comenzó a sentirse mal. “Empecé con febrícula  y mucho dolor articular; me dolían las piernas...es como una gripe, tenía mal cuerpo, me sentía débil; me tuve que meter en la cama porque me mareaba”. Llamó a su hospital y le dijeron que no volviera hasta que no le avisaran para hacerse la prueba. Pudo ir 48 horas después, aunque con mal cuerpo, y tal y como regresó a casa se metió en la cama. Aunque es de las personas que “nunca me pongo mala, ni por un resfriado”, admite que los primeros días pasó miedo. “Me asusté, porque estaba bien, pero no sabía la evolución que iba a tener; si me iba a poner peor. Al estar sola no quería ningún familiar viniera aquí me daba miedo a contagiarlo”. Tras tres días en cama, fue mejorando, aunque se cansaba mucho.

Test “para tirarlos”

“Había perdido el apetito y estaba débil, sin fuerzas, hacía la cama y me tenía que sentar; ya me encuentro mucho mejor”. Ahora lo que quiere es que su casa no tenga ningún rastro del “bicho”, con lo que no se separa de la lejía en ningún momento. Pese a esos días más complicados, sabe que a ella el coronavirus le ha afectado de forma “leve”, pero conoce otros casos de compañeras, también jóvenes, que han cogido principios de neumonía, y le han pegado el virus a su pareja, llegando a ser necesaria su hospitalización. Por eso se enfada cuando ve los "pandilleos" de gente joven por la calle.  “Es muy agresivo, también afecta a jóvenes sin patologías”, recalca.

Lo ha pasado mal pero “me duele más” la frustración y la impotencia por  todo lo que están pasando los sanitarios en este país.  “No es tanto por contagiarte, porque si te dedicas a esto, lo haces con todos los riesgos, pero tendríamos que tener medidas que hicieran estos riesgos más bajos. Aparte de pocas, son malas; parece que van a matarnos. Ves a los compañeros contagiándose y los que todavía tenemos que salir, y es frustrante que cada día te enteres de casos de mascarillas y test rápidos malos. Más que contagiarme, me duele más el tratamiento que se ha dado a los sanitarios; es malísimo”.

También ha vivido de cerca el fiasco de los test rápidos por otro caso cercano. “Después de más de un mes dando positivo y haberlo pasado, le ha salido que no tiene anticuerpos, como si no hubiera pasado la enfermedad; pues esos test son para tirarlos; no sirven”, se queja.  Hace tiempo que esta enfermera tampoco aplaude. “Este Gobierno no está haciendo nada por los sanitarios, aplaudir es para nada; ya no hay cosas que celebrar, hay miles de muertes y muchas familias que lo están pasando mal. De fiesta no estamos. Tampoco veo bien que los sanitarios se pongan a bailar la conga”. Cree que todo el mundo se ha relajado, inclusive la Policía.

“Ahora todo el mundo tiene que hacer deporte y lo que hay que hacer es respetar a los mayores que son los que más riesgo tienen y, mientras, la Policía ha pasado de pararte dos veces al día al ir a la gasolinera, a dejar que las avenidas estén llenas de gente. Esto no ha acabado. Esto va a volver”, alerta. Tampoco está de acuerdo esta profesional con el plan de desescalada. “No han hecho las fases bien; hemos pasado del nada al todo”, sentencia. 

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