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La asamblea infinita

Acordes y discordancias en tiempos del coronavirus

Publicado: 19/03/2020 ·
17:39
· Actualizado: 19/03/2020 · 17:43
Autor

José Vicente Barcia

Periodista experto en estrategias de comunicación social y política

La asamblea infinita

Posicionamiento social y crítico para defender una democracia real, a partir de informaciones rigurosas

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Frente a la estulticia de algunos, emergen actitudes que vuelven a poner en el centro la importancia de la identidad colectiva.

Los señores de la discordancia han sido quienes, como Casado, han intentado sin éxito sacar rédito político de una situación de extrema gravedad. La propia opinión pública le ha puesto en su sitio hasta tal punto, que este joven carca ha tenido que relajar su rictus furibundo y sumarse, con la boca pequeña, a las medidas tomadas por el Gobierno.

Claro que el cambio de Casado no es vacuna para la idiocia de sus correligionarios, como lo demuestran las palabras del ex ministro de las cloacas del Estado, Jorge Fernández Díaz: “Cuestionar la Monarquía como forma de Estado es más letal para España que el coronavirus”. ¿Alguien se pregunta que se podría hacer en la sanidad pública con los 100 millones de euros escamoteados por el aún rey emérito?  

Subrayar una discordancia más local obliga a mencionar al presidente de Horeca, la patronal hostelera de la provincia de Cádiz, cuyas palabras dejaré que las califiquen los propios lectores: “Suspender la Semana Santa, la Feria de Jerez y las Motos GP puede causar más daño que el coronavirus”.

A pesar de los intereses espurios de algunos y la zozobra intelectual de otros, lo cierto que la sociedad en su conjunto está dando potentes y profundas muestras de responsabilidad y solidaridad. 

El cuerpo sanitario está haciendo un esfuerzo y un sacrificio imposible de describir en su totalidad. Los aplausos a su labor son justos y necesarios, pero no suficientes. La sanidad pública debe crecer, debe recuperarse de los recortes que tanto la han depauperado. Nadie debe olvidar que la sanidad pública es la milicia cargada de remedios que la sociedad destina a combatir en primera línea a la enfermedad. Si nos preguntásemos por qué en Reino Unido la “opción” que han tomado ha sido la del “contagio controlado”, podríamos responder que es porque en realidad no tienen capacidad pública sanitaria como para hacer frente  a la enfermedad como lo estamos haciendo desde aquí. Décadas de revolución ultraliberal le pasan factura a ese país.

Las oficinas de voluntariado están recibiendo miles de ofrecimientos de gente que quiere ayudar, quebrando la mirada individualista y desoyendo la inercia de los egoísmos. Y a todo lo anterior sumámosle las terrazas, los conciertos por internet, las donaciones a las personas que están en la calle y a las que poco a poco se va refugiando. 

El coronavirus debe ser una enfermedad que nos haga sanar del individualismo, de la desconexión entre economía y cuidados. Si no nos replanteamos nuestra forma de vivir, de vivirnos y de habitar nuestro planeta, tendremos que hacer frente a nuevas amenazas.

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