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Sevilla

‘El fotógrafo de Mauthausen’: La Historia no Oficial

Porque los luchadores antifascistas, de izquierdas, fieles a la legalidad republicana y demócratas han sido borrados de nuestra Historia Oficial

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Mar Targarona, actriz, productora y directora, de la cosecha del 53, aborda y reivindica en esta película imperfecta, pero muy digna, valiente y necesaria, la figura de un héroe oculto -salvo por el documental, que quien esto firma no ha visto, y que le dedicó el valenciano Llorenc Soler, cosecha del 32, ‘Un fotógrafo en el infierno’ (2000)- Francesc Boix (Barcelona, 1920-París, 1951), militante comunista y exiliado republicano quien -junto a 8.000 españoles más, de los que sobrevivió tan solo un tercio- estuvo más de cuatro años internado en el siniestro campo de exterminio nazi, de 1941 a 1945.

Esta película se centra sobre todo en el tramo final de tal prisión, tanto es así que se alude a la pérdida de Stalingrado (1943) en su metraje, que la realizadora narra voluntariamente en clave didáctica, según declaraciones a la revista digital Espinof. Su intención fue que se hiciera extensiva al mayor número de personas posible y dar a conocer a nuestros conciudadanos víctimas del Holocausto que apenas si son mencionados en el cine dedicado al tema.

Porque los luchadores antifascistas, de izquierdas, fieles a la legalidad republicana y demócratas -hombres, en este caso, aunque las mujeres- como la interpretada fugazmente aquí por Macarena Gómez, además, eran obligados a prostituirse como un “regalo” para ciertos internos- han sido borrados de nuestra Historia Oficial, que aún pervive.

Y este hombre, Francesc Boix, que trabajó en el laboratorio de Mauthausen, supo retratar todo ese horror y preservar, con ayuda de sus camaradas, los negativos. Unos negativos, en las antípodas de las fotos de propaganda de sus carceleros, del responsable de Mauthausen y de los altos mandos. Preservarlos y sacarlos del campo para que sirvieran, como lo hicieron, de pruebas de cargo en los procesos de Nuremberg y de Dachau en los que testificó contra algunos de los grandes genocidas del siglo XX, muriendo años después, con tan solo 30, de problemas renales contraídos en el Campo. Aunque de esto solo se muestren las estremecedoras imágenes en la conclusión.

Todo ello lo filma la realizadora adentrándose en el infierno, sin èpica, ni lírica, sino de forma contenida aunque emocionante, pero señalando las jerarquías y la complejidad de los verdugos, presos entre ellos, y la solidaridad y camaradería entre compatriotas y correligionarios. Consciente del presupuesto con el que contaba y de los precedentes cinematográficos de peso sobre el tema, trata esta historia centrándose en uno de los nuestros, en los nuestros que lo arriesgaron todo para que el mundo conociese la verdad.

Solo por ello, nada más y nada menos que por ello y aunque tenga ciertos desajustes de ritmo, esta producción española -de 110 minutos de metraje, escrita por Roger Danés y Alfred Pérez Fargas, que se documentaron exhaustivamente al respecto, con una buena fotografía, pródiga en claroscuros, de Aitor Manxola, una banda sonora que subraya y no se impone, de Diego Navarro y un reparto solvente con un Mario Casas al frente que lo da todo, pese a los iniciales prejuicios de esta firmante, y que demuestra su versatilidad como intérprete- merece ser vista.

Háganlo, véanla, frente a la desmemoria de esta España tan ingrata y miserable con su mejor ciudadanía.

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