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El jardín de Bomarzo

Oiga doctor

Perplejo al no saber si lo mejor sería nombrar a Lopetegui ministro de Cultura, que Urdangarín fuese nuevo entrenador del Real Madrid, mandar a Hierro a prisión

Publicado: 15/06/2018 ·
11:04
· Actualizado: 15/06/2018 · 11:04
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Bomarzo

Bomarzo y sus míticos monstruos de la famosa ruta italiana de Viterbo en versión andaluza

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Todos están invitados a visitar el jardín de Bomarzo. Ningún lugar mejor para saber lo que se cuece en la política andaluza

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Perplejo al no saber si lo mejor sería nombrar a Lopetegui ministro de Cultura, que Urdangarín fuese nuevo entrenador del Real Madrid, mandar a Fernando Hierro a prisión con Florentino, misma celda, Rubiales presidente del Gobierno, total, que Maxim Huerta se ocupase de la del Madrid y Pedro Sánchez se hiciera cargo, mejor, del timón del Aquarius, dimito.

La cultura del esfuerzo, del trabajo y de la dedicación es como la de la integridad ética y moral, valores que cuestan trabajo llevar a la práctica de forma generalizada. En nuestra sociedad impera la cultura del ocio y la del chapú sin factura para ahorrarse el IVA. Siendo honestos, hay que reconocer que aquí todo el que puede pagar menos al fisco, lo hace, está en el ADN nacional. Esto no justifica al ex ministro más breve de la historia de los gobiernos españoles, también acentúa esa doble moral tan nuestra; tanto la moción de censura tomada como un "no podemos consentir que nos gobierne un partido condenado por financiarse ilegalmente” como la dimisión inmediata del ministro deberían servir para empezar a asentar en nuestra sociedad esa regeneración cultural necesaria que nos lleve a ser inflexibles con los aprovechados.

Y aprovechados hay de muchos estilos y en todos los ámbitos y en el ámbito laboral todos conocemos casos, compañeros que se escaquean lo que pueden, trepas que aprovechan el trabajo de otros, pero resulta especialmente preocupante cuando en una plantilla se asienta la dinámica de exprimir sin solución de continuidad a la empresa y si se trata de un servicio público la cosa resulta más gravosa por cuanto nos afecta a todos. Los trabajadores de las empresas privadas suelen pensárselo mejor, la presión es otra, las consecuencias también,

pero los empleados de concesionarias de servicios públicos, que son esenciales para los ciudadanos, vienen usando el poder que les confiere  tener la llave de la prestación del servicio. Una huelga de basura no la soporta ningún alcalde, lo saben, y a través de sus comités y representantes sindicales fuerzan la maquinaria en las negociaciones de convenios o en las exigencias de subidas salariales, de reducciones de jornada o de pluses infinitos, lo que viene siendo querer trabajar menos cobrando más. Y ante la negativa del concesionario, presión, amenaza de huelga y huelga con resultado final de éxito para sus pretensiones. Poco margen tiene un alcalde para resistirse a este tipo de chantaje si en ello está en juego el funcionamiento de un servicio vital para la ciudadanía.

El tema sindical está dentro del listado de las cosas protegidas por lo políticamente correcto, ese listado de asuntos que como algún incauto ose sacar a la luz con todos sus matices verá caerle encima la artillería pesada de colectivos y partidos políticos, con marchamos de antidemocrático, insolidario o directamente de facha -palabra recurrente muy al uso-. Ante un conflicto laboral, jamás cuentan a los ciudadanos la verdad de lo que los sindicatos están pidiendo y mucho menos la verdad de lo que esa plantilla viene cobrando o los muchos derechos que ya tiene. Y cuando se acaba el conflicto, parece como si tuviéramos que agradecerlo al sindicato porque lo presentan como un gesto de generosidad y nunca trasciende la vedad de las nuevas concesiones que se les ha otorgado. ¿Alguien sabe los sueldos que cobran las plantillas de los servicios públicos?, ¿las horas que trabajan?, ¿los derechos sociales y pluses que tienen?; sencillamente nadie lo sabe, salvo ellos y el concesionario. ¿Esta información no está sujeta a la Ley de Transparencia? ¿Por qué? Se les paga con dinero de todos, pero parece que pertenecen a una élite laboral protegida que les sitúa muy por encima del resto de plantillas de trabajadores. 

Convenios. Podemos encontrar muchos en internet y su lectura no es nada recomendable para el español que trabaja cuarenta o más horas a la semana y no llega a un sueldo de mil euros. Podemos encontrar  jornadas laborales de 35 o menos horas semanales, pluses de transporte, de comedor, de toxicidad, de altura, de turnicidad, de jornada partida, de riesgo visual por uso de ordenador, de desgaste de vestuario particular, plus por uniformidad, plus de festivos, plus de nocturnidad, plus de eventos, plus de penosidad, hasta de asistencia...  en fin, la imaginación retributiva al poder. Curioso resulta la explicación del plus de actividad de algún que otro convenio, así redactado: "Dada la naturaleza de los servicios públicos prestados, que suponen la necesidad de terminar en todo caso con la tarea encomendada, se establece el plus de actividad como compensación a los problemas que pudieran dificultar u obstaculizar la realización de los servicios". Lo que dicho en español paladino es que te pagan un extra por terminar la tarea que te corresponde hacer por tu trabajo. Otro plus, el de asistencia, que quien fue primero en inventarlo tenía muy claro que lo de que los trabajadores trabajen no es un axioma: “Se abonará a todos los trabajadores que no superen los tres días al mes de ausencia justificada del trabajo". Sin palabras, te pagan por asistir al trabajo con una bondadosa permisión de tres días de asueto...

Absentismo.  Supuso en 2017 un coste de más de 75 millones de euros por los trabajadores que de forma casi permanente no asistieron al trabajo, tanto por razones justificadas como sin justificar. Unos 880.000 empleados no asistieron en todo el año ningún día al trabajo, lo que supone un nivel de absentismo medio del cinco por ciento. A nadie escapa que dentro de esa cifra hay un buen número de trabajadores que sufrieron bajas por enfermedades reales y lo resalto porque hay plantillas en las que el nivel de absentismo supera el 30 y hasta el 40 por ciento de media anual y en estos casos resulta difícil, por no decir imposible, asumir que pueda ser cierto tanta gente permanentemente enferma. Según cuentan hay cuadros médicos consabidos que sólo hay que enunciarlos ante el médico de empresa o el de la seguridad social y la baja se obtiene en cero coma dos: “Oiga doctor, el trabajo me tiene estresado, sufro una presión tan elevada que no puedo respirar, no duermo, no como, no me concentro, estoy de mal humor, al despertarme siento pánico por ir a trabajar y me entran ideas auto destructivas...”, baja por depresión ipso facto. "Oiga doctor, tengo un dolor de espalda insufrible, mi trabajo es sentado y no puedo sentarme por el dolor que sufro...”, baja al instante. Algunos médicos, no todos, no corren riesgos, no quieren denuncias y esta laxitud, unida a una insuficiente inspección médica, provoca un aumento exponencial del absentismo porque además se contagia entre compañeros -Oiga doctor...-. Esto hay que unirlo a la utilización del absentismo como medida de presión, que también existe, plantillas con altos índices donde parece que hay un acuerdo oculto e inconfesable y hasta rotaciones entre los empleados de baja, que persiguen o bien la presión al empresario o bien que se aumenten las contrataciones temporales. 

Se dice, por ejemplo, que la plantilla del servicio de limpieza y de recogida de basuras de Jerez anda por un índice de absentismo que supera el 40 por ciento y la ciudad está sucia entre otras cosas por esto y también se cuenta que tienen una bolsa de trabajo en la que sólo entran familiares de los empleados, algo que de ser cierto sería  anticonstitucional porque hablamos de una empresa concesionaria de un servicio público que pagamos todos. También circula que por convenio la empresa les completa el sueldo, por lo que estando de baja cobran el cien por cien de su salario. Podríamos, por tanto, suponer el interés que podría tener la plantilla en que el servicio requiera contratar a personal si es que esta bolsa de trabajo la forman solo sus familiares  y más cuando no pierden sueldo durante las bajas. Lo que cobra esta plantilla es un secreto muy bien guardado, por algo será. Seguro que habrá muchos trabajadores padeciendo una baja por enfermedad, que quisieran trabajar, pero también es destacable que índices tan altos de absentismo son muy sospechosos. Y esto sucede en muchos municipios.

El sindicalismo politizado. Ocurre cuando un sindicato se alía a un partido político y utiliza actuaciones sindicales para ejercer un ataque al gobernante del partido contrario. Fácil reconocerlo cuando las críticas sindicales se hacen contra lo que cualquier mente sensata nunca criticaría, o cuando se critica lo que con el otro partido se aceptaba, o cuando se miente y manipula para atacar al gobernante por actuaciones que en realidad benefician a los trabajadores. Recurrir ante los juzgados los acuerdos adoptados en materia de personal es otra señal inequívoca de que detrás de esta actuación sindical hay intereses personales de sus líderes o, también, intereses políticos de estos. En el Ayuntamiento de Jerez dos sindicatos han recurrido al juzgado una subida de sueldo de toda la plantilla, argumentando su ilegalidad y que la subida salarial no se justifica con la situación económica municipal. ¿Alguien puede dudar que esta actuación sindical perjudicial para toda la plantilla sólo persigue unos intereses que en nada son los de los trabajadores? Cuando el sindicalismo se utiliza como herramienta para intereses que no son los sindicales se pervierte tanto que puede acabar fagocitando a sus autores. 

Son muchos más los empleados de todas las plantillas honrados y trabajadores que cumplen incluso por encima de lo exigible, que trabajan conscientes de que si la empresa va bien, a ellos les irá mejor; si la empresa pierde menos dinero, su estabilidad laboral se asegura y, en el ámbito de lo público, trabajadores que tienen vocación de servicio para que su ciudad, comunidad o país vaya mejor. Y son muchos los sindicalistas y sindicatos que dedican horas de su vida laboral y personal a defender honestamente los derechos de los empleados que representan, sensibles a la situación de la empresa, solidarios y comprometidos. Todos estos merecen reconocimiento y apoyo para que se impongan sobre todos esos aprovechados, que los hay, que son reconocibles por todos y que aprovechan la debilidad del sistema para sacar un rendimiento personal o colectivo desproporcionado a costa del impuesto que pagan aquellos que en ni sus más plácidos sueños han vivido una situación laboral tan conveniente.

 

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