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Santos y Zuluaga encaran una reñida lucha por la Presidencia con la gran promesa de la paz

El preacuerdo sobre víctimas y la incorporación del ELN allanan el camino a Santos

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El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el candidato 'uribista', Óscar Iván Zuluaga, encaran la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que se celebra este domingo en una situación de empate técnico que se resolverá con la decisión que los colombianos tomen sobre cómo acabar con el conflicto armado vigente desde hace más de medio siglo.

   Los últimos sondeos sobre intención de voto colocan a Santos y a Zuluaga en una ajustada carrera hacia la Casa de Nariño, ya que otorgan a cada uno entre un 38 y un 43 por ciento de los sufragios, con entre un 3 y un 6 por ciento de indecisos, lo que indica que la lucha por la Presidencia se resolverá por un puñado de votos.

   Lejos de aumentar su brecha, como esperaban sus equipos de campaña electoral, que se han transformado en estas dos semanas, los candidatos presidenciales han igualado aún más sus posiciones desde la primera vuelta, celebrada el pasado 25 de mayo, en la que Zuluaga se impuso a Santos con un 29 frente a un 25 por ciento de los votos.

   En un intento por conseguir una leve ventaja sobre el contrincante, ambos cortejaron a los perdedores de esta primera vuelta. El resultado fue que la líder conservadora Marta Lucía Ramírez respaldó a Zuluaga, mientras que la izquierdista Clara López apoyó la continuidad del proceso de paz con Santos. El aspirante ecologista, Enrique Peñalosa, decidió no dar instrucciones a sus votantes sobre a quién elegir en estos comicios.

   Este reparto virtual de votos dejó los marcadores en la misma situación, lo que obligó a ambos a subir sus apuestas. El primero en hacerlo fue Zuluaga que, después de criticar fieramente a Santos por "vender" el país a "los terroristas" de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y anunciar que suspendería el proceso de paz nada más llegar a la Presidencia, anunció que seguiría las negociaciones en La Habana con "unas condiciones claras".

   Zuluaga justificó este giro radical en su postura sobre el proceso de paz con las FARC diciendo que está "buscando la Presidencia", por lo que debe "abrir el espacio a sectores muy importantes que representan a millones de colombianos". "Estoy seguro de que mis electores en primera vuelta lo entienden", dijo.

   Santos, por su parte, ha lanzado su órdago en la última semana de campaña electoral. Por un lado, ha anunciado la firma de un acuerdo marco con las FARC sobre uno de los temas más controvertidos del proceso de paz: la reparación a las víctimas, lo que facilitará enormemente que el diálogo concluya con éxito.

   Por otro lado, ha revelado que desde el pasado mes de enero el Gobierno está inmerso en "una fase exploratoria de conversaciones" con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) -la segunda guerrilla colombiana_con el objetivo de acordar las condiciones y la agenda de una eventual mesa de negociaciones.

   Santos ya ha adelantado que, si los contactos preliminares con el ELN llegan a buen puerto, se desarrollará un proceso de paz "integral". "El conflicto es solo uno y, por eso, el proceso para poner fin al conflicto es solo uno. No*puede*haber dos modelos de dejación de armas", ha explicado.

DOS FÓRMULAS DISTINTAS PARA LA PAZ

   Así las cosas, parece claro que será la ansiada paz lo que decantará el voto de los colombianos por uno u otro candidato, rompiendo con ello el empate para apostar por una fórmula concreta para cerrar al capítulo más sangriento de la historia de Colombia, que ha dejado cerca de 300.000 víctimas.

   La vía de Santos es de sobra conocida. El presidente dejó claro hace dos años, cuando comenzaron las conversaciones con las FARC, que las negociaciones se rigen por el principio de que "nada está acordado hasta que todo esté acordado", lo que supone que hasta la firma del acuerdo final, ninguno de los alcanzados es vinculante.

   Las claves de la paz de Santos pasan por los puntos que integran la agenda de negociaciones: desarrollo agrario y rural, participación política, cultivos de drogas ilícitas -sobre los que ya se ha llegado a un acuerdo--, reparación a las víctimas, dejación de las armas y refrendación del acuerdo final.

   La de Zuluaga, en cambio, se mueve en la ambigüedad, quizá porque el candidato 'uribista' ha centrado sus esfuerzos en hacer un ejercicio de pedagogía para conjugar sus sonadas críticas a Santos por dialogar con las FARC con la promesa electoral de la paz.

   El aspirante de Centro Democrático ha dicho que solo seguirá con el proceso, si las FARC declaran un alto el fuego unilateral, y ha aseverado que solo firmará una paz que implique entrega de armas y la garantía de que los guerrilleros serán juzgados por los delitos cometidos y quedarán excluidos de la vida política.

ESCÁNDALOS POLÍTICOS

   Los últimos anuncios sobre el proceso de paz con las guerrillas colombianas han desplazado a un segundo plano los escándalos políticos que salpicaron ambas campañas electorales durante la primera vuelta y que incluso consiguieron eclipsar las negociaciones con las FARC en La Habana.

   Santos, a quien todas las encuestas iniciales situaban en un segundo mandato, perdió, entre otras cosas, debido a las acusaciones del que fuera su padrino político, el expresidente Álvaro Uribe, sobre la supuesta financiación de su primera campaña electoral, en 2010, con dinero procedente del narcotráfico.

   Zuluaga, por su parte, se ha visto envuelto en una trama de espionaje a los negociadores del Gobierno y las FARC. Aunque en un principio negó cualquier vinculación, un vídeo en el que aparece recibiendo explicaciones del 'hacker' que interceptó las comunicaciones del proceso de paz, ha confirmado su implicación en este escándalo.

POCAS DIFERENCIAS

   Más allá del proceso de paz, lo cierto es que son pocas las diferencias entre Santos y Zuluaga, cuyo pasado político aparece vinculado a Uribe, para el que ejercieron de ministros de Defensa y de Hacienda, respectivamente.

   En materia de drogas, el presidente ha evolucionado en los últimos años hasta ser uno de los líderes regionales que consideran necesario, al menos, debatir sobre nuevas formas de combate al narcotráfico, entre ellas, la legalización de las llamadas drogas blandas. El 'uribista', por el contrario, asume la posición estadounidense de continuar con la lucha armada.

   Otro de los puntos de discordia traslada la batalla al ámbito social. Mientras que Santos ha adoptado una postura neutral en los matrimonios homosexuales, cuya decisión final ha dejado en manos de jueces y notarios, lo que ha provocado una tremenda inseguridad jurídica, Zuluaga, de convicciones profundamente católicas, es un firme detractor de las uniones gays.

   Aquí acaban sus diferencias ideológicas, ya que ambos son herederos de la doctrina neoliberal que ha multiplicado los Tratados de Libre Comercio suscritos por Colombia --el más importante con Estados Unidos-- y ha batido récord en inversiones extranjeras, convirtiendo a la colombiana en una de las economías más prósperas de la región.

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