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Deportista por los cuatro costados

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En estos tiempos en los que muchos identifican al deporte con el fútbol de las ‘estrellas’ y, por tanto, como una actividad comercial más en la que casi todo vale para que los beneficios sean suculentos al final de la temporada, actitudes como la que tuvo ayer un tenista excepcional como Rafael Nadal, deben servir de ejemplo para las nuevas generaciones que se incorporan a la práctica de cualquier actividad deportiva.

Nadal no sólo ganó el Abierto de Australia, tras ‘pelear’ contra otro gran tenista durante cuatro horas y veintitrés minutos -que se dice pronto, pero son 263 minutos de extrema concentración y esfuerzo físico al límite-, si no que se ganó la simpatía y el reconocimiento de todos quienes le vieron y oyeron. Nadal compartió con Roger Federer su tristeza por la derrota, como todo el mundo pudo ver por la expresión de su rostro y como también todo el mundo pudo oír por sus palabras de ánimo al compañero vencido.

La gesta histórica de Nadal fue ayer, por tanto, doble. Venció en lo deportivo con notable esfuerzo, entrega y pundonor. Y dejó una impronta de enorme categoría humana con su comportamiento. Nadal fue ayer el mejor ejemplo de deportista que pueda darse.

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