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San Fernando

“Prefiero morir en la montaña y no hacerlo enfermo en una cama”

El isleño José Manuel Jiménez Flores ha decidido dar un paso más en su afición por el montañismo y el próximo mes de octubre intentará la escalada al 'Island Peak' en el Himalaya.

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  • José Manuel Jiménez Flores -

El isleño José Manuel Jiménez Flores, que en la actualidad cuenta con 53 años, ha decidido dar un paso más en su afición por el montañismo y el próximo mes de octubre intentará la escalada al Island Peak en el Himalaya, una montaña de 6.189 y que le servirá para calibrar sus opciones para su gran sueño: escalar el Everest con una expedición isleña en dos años. Se marcha solo al Himalaya, donde ya estuvo en el año 1979, y lo hace después de su última conquista que ha sido el Kilimanjaro, aunque en esta ocasión no estará acompañado por su gran amigo Bonifacio Martín. Una aventura que le va a costar 2.000 euros que podrá costear gracias a la aportación privada, puesto que las instituciones públicas no se han querido rascar el bolsillo para que José Manuel pueda afrontar este bonito reto.

—¿Por qué ha decidido emprender este reto?
—Porque no hay nada más grande que hacer cumbre en alguno de los altos del Himalaya. Después de haber empezado en la sierra de Guadarrama en Madrid, pasar por los Alpes y, por último, el Kilimanjaro, tenía claro que el siguiente paso era éste. Además supone un primer acercamiento a la que es mi gran meta, que es subir el Everest en dos años con una expedición de gente de San Fernando.

—¿Y no le da un poco de miedo, o mejor dicho, de respeto?
—Es cierto que es un reto que te encanta, pero que la vez te da miedo. Es cierto que tiene sus peligros, pero también es peligroso cuando cruzas una carretera y lo haces sin mirar. De todas formas, ya lo tengo todo cerrado con los servicios de tierra y los sherpas. Lo único que no puedo controlar es la climatología, que siendo el Himalaya es impredecible.

—¿Cómo se va a desarrollar la expedición?

—El 6 de octubre cojo un vuelo hacia Madrid, desde donde partiré el día 8 hacia Katmandú tras hacer escala en Bruselas y Catar. Si Dios quiere, el 10 de octubre llegaré al Lukha, que es la puerta de acceso al parque del Himalaya y, una vez allí, iniciaré un trecking de aclimatación, que consiste en subir montaña gradualmente y también bajarla para llegar en buenas condiciones al campo base. Mi intención durante ese periodo es coronar el Kala Pattar el 17 de octubre, luego bajar a 4.000 metros e instalarme en el campo base del Island Peak el 21 de octubre. El 22 de octubre tengo previsto llegar al campo 1 y, desde allí, partir a las once de la noche del día 23 dirección a la cima de Island Peak, donde espero llegar a las ocho de la mañana.

—¿Y por qué de noche?
—Muy sencillo. Por la mañana se corre el riesgo de que el hielo se derrita y, por tanto, te puedes encontrar con un alud. Además, en el caso del Island Peak tiene antes de llegar una dista cimera que todo es hielo y con una inclinación de entre 60 y 65 grados. Es decir, podría suponer una caída al vacío de más de 4.000 metros.

—Y dentro del Himalaya, ¿cómo se podría catalogar a la montaña que usted pretende subir el próximo mes de octubre?
—Diríamos que es una chincheta. Dese cuenta de que estamos hablando de una cumbre de 6.189 metros, o lo que es lo mismo, casi 1.700 metros menos que el Everest.

—Entonces, ¿porqué ha escogido subir a ese pico?
—Porque es muy barato para iniciarse en el Himalaya. Para subir los ochomiles hace falta mucho dinero, estamos hablando de que una expedición puede salir por entre 60.000 y 70.000 euros.

—¿Es la mejor época del año para hacer una expedición de este estilo al Himalaya?

—No es que sea ni la mejor, ni la peor, sino que simplemente hay dos épocas en el año en las que se puede subir a las montañas en el Himalaya, que son una primera que va desde el mes de febrero hasta abril, y una segunda que va desde octubre hasta finales de noviembre, que es cuando el parque se cierra. Durante el resto del año está prohibido por las malas condiciones climatológicas y, en especial, con los vientos de los Monzones.

—Al parecer, y tras este reto, tiene previsto otro antes de la soñada subida al Everest.
—En efecto, una vez que regrese del Himalaya tengo la intención de cruzar el charco en febrero del año que viene para subir el Aconcagua. Mi intención es ir con un chico de aquí de San Fernando, pero como todo en la vida va a depender del factor económico.

—¿Cuál es el motivo por el que se decidió hacerse alpinista?, ¿quién le inició?
—El motivo real es que cuando estás ahí arriba, no hay nada mejor. El que me inició fue mi abuelo, que era bombero en el parque de Cádiz y fue el que me compró mi primer equipo. Por aquel entonces yo tenía trece años y por motivos familiares vivía en Madrid. Mis primeros ascensos fueron a la sierra de Guadarrama.

—Y usted es de los que llega al final pase lo que pase, o prefiere una retirada a tiempo.
—Yo desde que me inicie en el mundo del alpinismo tengo una teoría que es muy clara y es que la montaña siempre va a estar ahí, pero tu no. Es decir, que es mejor retirarse a tiempo antes de que ocurra una desgracia, porque siempre puedes volver a intentarlo. De todas formas, he decir que tengo un amigo como Carlos Soria, que a sus 73 años ya ha subido doce ochomiles y tiene a prácticamente toda su familia vinculada al mundo del montañismo. No sé si llegaré igual que él a esa edad, pero de momento iremos paso a paso.

—¿Ha pasado alguna vez sensación de miedo en estos 40 años de alpinismo?
—Pues la verdad que sí y fue en Madrid, en la sierra de Guadarrama. Estaba realizando una marcha de 24 horas con un compañero y de repente nos saltó una ventisca que hizo que nos perdiéramos. Ese es el único recuerdo negativo de todos estos años.

—¿Se ha planteado en dejarlo en alguna ocasión?
—Ahora mismo ni me lo planteo. Mi padre siempre era tremendo conmigo con este tema del alpinismo y yo siempre le decía que prefería morir en lo alto de una montaña que enfermo y postrado en una cama. Desgraciadamente él, que era una persona muy activa, falleció en febrero del año pasado y cuando estaba en la UCI me llegó a decir que me comprendía cuando le explicaba lo que para mí significaba la montaña.

—¿Y alguna vez ha sufrido problemas de salud escalando una cumbre de las que ha subido?
—Toco madera, pero hasta ahora nunca he tenido problemas de congelación porque gracias a Dios llevo un buen equipo en todos los sentidos. De lo que no me separo nunca es del GPS, porque es para mi como si fueran los garbancitos para Pulgarcito en su cuento.


—¿Cuánto puede costar un equipo como el que usted va a desplazar hasta el Himalaya?
—Sinceramente no le puedo dar una cifra exacta porque son cosas que vas adquiriendo con el paso de los años, e incluso muchas otras como algún que otro piolet que tengo por ahí me lo han regalado.

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