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Notas de un lector

Niñez deshojada en fragmentos

Ese nido primero de Diego Reche puede adivinarse como un viaje al ayer, a las cosas pretéritas y muy queridas

Publicado: 18/02/2025 ·
13:37
· Actualizado: 18/02/2025 · 13:37
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Fue Louis Hielmslev, quien atribuyera a los títulos de las obras tres aspectos claramente distintivos: el expresivo, el inferencial y el codificado. Resulta sugeridor, preguntar y preguntarse que lleva a elegir uno u otro epígrafe y ponerlo al frente de la propia creación. Al cabo, es el primer diálogo que el escritor establece con sus potenciales lectores.  De ahí, sin duda, su importancia.

He recordado al lingüista danés, al hilo de “Primer nido” (Balduque. Cartagena, 2024), de Diego Reche.Antes de sumergirme en su grata lectura, quise deleitarme en el cromatismo de su portada, en el cuidado de su edición -que acoge la nueva colección, Sudeste- y en ese aroma inconfundible que desprenden sus hojas aún sin abrir. Y, en su título, claro, porque ese nido primero puede adivinarse como un viaje al ayer, a las cosas pretéritas y muy queridas, a cuanto la melancolía guarda en ese refugio llamado corazón.

Es este el cuarto poemario del autor almeriense, que inició su andadura en 2004 con “El autobús de septiembre”, al que le seguirían, “Reverso” (2012) y “Poemas de andar por clase” (2018).

En esta ocasión, Diego Reche ha querido volcar en su escritura ese imborrable territorio donde afloran los iniciales afectos, aprendizajes, experiencias…, y que no son sino el símbolo de los orígenes, de las raíces emocionales y afectivas que conforman el primer mapa de nuestro ser: “Mi infancia son dibujos a lápiz y cuartilla/ y un patio roto donde jugaba de portero,/ las raíces cuadradas como una pesadilla/ y una placa de sheriff y el balón prisionero (…) Y las viejas películas de un cine de verano,/ y en noches de domingo mis primeros lamentos,/ mis primeros poemas en versos que desgrano./ Y queda mi niñez deshojada en fragmentos/ de aquel tiempo fugaz que escapó de mi mano/ como una golondrina a merced de los vientos”.

Dividido en dos apartados, “El corazón en el nido” y “El nido en el corazón”, el volumen converge en su reflexión sobre la naturaleza efímera del ser, sobre ese nido simbólico que es morada de pureza frente al mundo exterior. Para el sujeto lírico, el paso a la edad adulta significa la racionalidad de un tiempo marcado por otras necesidades y expectativas: “Lejos quedaron las tardes/ solitarias de los viernes,/ botando aquella pelota/ en una pista vacía./ Tu vida había cambiado/ y no conservaba el brillo/ ni los paisajes felices/ de la niñez…”..

Y así, de la mano de aquellos ecos, Diego Reche va trazando su melancólica mirada, va dibujando su tentativa de inventariar lo acontecido, aunque ya no sea tangible. Consciente de que ese espacio fue y será un lugar de sabiduría primaria, cuestiona, también, la esencia de su propia memoria en la construcción presente y futura de su yo. “¿Quién se oculta tras la máscara/ de este hombre que ahora soy?”.

A su vez, lo irreversible se muestra como parte trascendente de su identidad. Porque las huellas de lo perdido crecen con la acordanza de los que ya no están y, sin embargo, son presencia vigente y perdurable: “Mi madre será siempre/ aquel dibujo que jamás termina”.

La versatilidad estrófica -sonetos, décimas…- y la sabia conciencia rítmica -¡bendita música versal!-, complementan un poemario de honda expresividad, abierto y flexible en su dicción, escrito desde la sólida certidumbre de lo humano, “mientras vas diseñando el jardín de la vida”.

 

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