Sevilla ha vivido una semana histórica con la celebración del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, que del 4 al 8 de diciembre reunió a más de 1.800 cofrades y expertos de todo el mundo, y que culminó con una Magna procesión que se desarrolló sin incidentes relevantes y que congregó a 700.000 personas, sin alcanzar las expectativas que se barajaron inicialmente.
El encuentro, que no se realizaba desde 1999, convirtió a la ciudad en el epicentro de la devoción y la reflexión religiosa, reafirmando su papel como referente internacional en piedad popular y tradición cofrade.
Durante cinco días, la ciudad acogió un completo programa que incluyó ponencias, mesas redondas y actos litúrgicos. El congreso concluyó con una magna procesión el Día de la Inmaculada, en la que participaron ocho de las imágenes más icónicas de Sevilla y su provincia.
La inauguración del congreso estuvo marcada por intervenciones de alto nivel. El papa Francisco, a través de su enviado especial, el arzobispo Edgar Peña Parra, envió un mensaje de aliento a las hermandades, subrayando su papel como transmisoras de fe en un mundo cada vez más secularizado. El presidente de la Junta, Juanma Moreno, destacó la labor de las hermandades como “semilleros de valores” y el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, resaltó la importancia del evento para posicionar a la ciudad como referente de grandes encuentros internacionales.
Las ponencias ofrecieron un análisis profundo sobre el presente y el futuro de la piedad popular. El cardenal Kevin J. Farrell definió a las hermandades como “casa y escuela de vida cristiana”, mientras que el teólogo Carlos María Galli destacó la riqueza teológica de la piedad popular como una forma legítima de vivir la fe. También se abordaron temas como la conservación del patrimonio religioso y el arte sacro como camino hacia lo trascendente.
En este contexto, las jornadas de reflexión permitieron identificar los retos contemporáneos de las hermandades: su papel en la evangelización, el fomento de la caridad y la importancia de la formación cristiana como pilares fundamentales.
El 8 de diciembre, Sevilla se transformó en un escenario de fe y tradición con la magna procesión de clausura. A las cuatro de la tarde, la Virgen de los Reyes abrió el cortejo. A partir de ahí, la ciudad fue testigo de un desfile único que unió la solemnidad de imágenes como el Gran Poder y el Cachorro con el fervor popular de hermandades provinciales como la Virgen de Consolación de Utrera y la Virgen de Valme de Dos Hermanas.
Las dos Esperanzas, Macarena y Triana, cerraron el desfile con la elegancia y el simbolismo que las caracteriza, marcando el final de una jornada histórica. Más de 700.000 personas se congregaron para presenciar el evento, según cifras del Ayuntamiento, en un ambiente marcado por el recogimiento, la alegría y la diversidad de tradiciones.
La procesión no estuvo exenta de novedades. Una de las principales fue la disposición de sillas en el Paseo Colón, alejadas del centro, lo que permitió descongestionar ciertas áreas y diversificar el público. Aunque esta medida fue valorada positivamente, algunos aspectos logísticos, como el acceso, generaron críticas y abren la puerta a ajustes futuros.
El alcalde José Luis Sanz calificó la procesión como un éxito, destacando la coordinación entre administraciones y la ausencia de incidentes graves. Más de 1.100 agentes de la Policía Nacional y 975 locales garantizaron la seguridad en un evento que movilizó a más de 500 autobuses y 10.000 vehículos privados. Sin embargo, Sanz reconoció que no se alcanzaron las expectativas iniciales de un millón de asistentes, aunque el impacto fue significativo.
Por su parte, el subdelegado del Gobierno, Francisco Toscano, elogió la responsabilidad de los ciudadanos y el trabajo conjunto de las administraciones, reafirmando el compromiso de Sevilla como ciudad capaz de organizar grandes eventos.
Una mirada hacia el futuro
El congreso concluyó con la presentación de un documento de conclusiones titulado “Una audaz renovación de la mirada”. Monseñor José Ángel Saiz Meneses destacó cuatro ejes principales: encuentro, reflexión, contemplación y misión. Entre las siete conclusiones prácticas se encuentran la necesidad de fortalecer la formación cristiana, fomentar la caridad activa y preservar el patrimonio cultural de las hermandades.
El II Congreso Internacional de Hermandades reafirmó el papel de estas corporaciones como agentes vivos de evangelización y custodias de un legado que trasciende lo religioso.