La policía italiana custodia todas las entradas a la plaza y revisa bolsos y mochilas de los miles de peregrinos que se unen a los fieles que participaron en la misa de Acción de Gracias, oficiada por el secretario de Estado de la Ciudad del Vaticano, Tarcisio Bertone.
Las puertas de la iglesia de San Pedro, que permanecieron cerradas mientras se celebraba la homilía, se abrieron al público en cuanto terminó la ceremonia.
Una vez dentro de la plaza, muchos asistentes preguntan desconcertados dónde comienza la fila para rendir culto al nuevo beato, ya que la gran afluencia de gente no permite diferenciar con claridad el recorrido de espera.
Entre los últimos en encontrar la cola hay una familia mexicana que, tras participar en la vigilia del pasado sábado y acudir a la beatificación del domingo, no quieren abandonar Roma sin venerar los restos del nuevo beato, del que destacan su "carisma" y su "aceptación a nivel mundial".
El padre de familia es el doctor Jaime González Mendoza, quien apunta que están en la plaza porque quieren apoyar al papa Wojtyla para que logre su "santificación" y explica que es uno de los pocos que puede llegar a cumplir los requisitos para ser canonizado.
"Siento que es perfecto y creo que hasta sobrepasa los requisitos básicos para un santo", explica Mendoza, antes de añadir que "no importa la fila ni el tiempo" que tengan que esperar para venerar a Juan Pablo II porque de esta manera quieren "devolverle lo mucho que él hizo" por los mexicanos.
En la misma línea se manifiestan las polacas Emma y Helen que, ataviadas con camisetas rojas y amarillas en las que se puede leer España y Polonia, explican en un perfecto castellano que han venido a propósito de Madrid para apoyar a su compatriota.
"Era único y se merece que haya venido tanta gente estos días", señalan al mismo tiempo que piden que sea canonizado próximamente por "todo lo que consiguió" durante su pontificado, "sobre todo con los jóvenes".
Fuera de la plaza, las calles de Roma van recuperando poco a poco su normalidad, aunque todavía persisten los grandes grupos de voluntarios, las tiendas de la Cruz Roja italiana y los numerosos peregrinos que, tras los oficios religiosos, no quieren perder la oportunidad de conocer más a fondo la Ciudad Eterna.