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Cafetería Rolando

Se sabe que actualmente siguen vivos en el Sur de Francia donde han residido todo este tiempo haciendo sus vidas normalmente junto a sus hijos y nietos

Publicado: 15/09/2024 ·
17:58
· Actualizado: 15/09/2024 · 17:58
Autor

José Antonio Jiménez Rincón

Persona preocupada por la sociedad y sus problemas. Comprometido con la Ley y el orden

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Amanecía un 13 de septiembre de 1974 en Madrid. La Iglesia Católica conmemoraba el santo de San Juan Crisóstomo. El día, fresco a primeras horas, fue tornándose más cálido a la par que avanzaban las horas. En la calle Correo, cercana a la Puerta del Sol, la Cafetería Rolando abría sus puertas para atender a la numerosa clientela de cada día. En ella, cada mañana desayunaban numerosas personas de lo más variopinto, turistas, vecinos, oficinistas, obreros, estudiantes, viajantes, gente de paso y funcionarios de todo tipo, como los administrativos y policías de la cercana Dirección General de Seguridad que se encontraba en los aledaños de la Puerta del Sol.

La mañana fue discurriendo por cauces normales hasta llegar la hora de comer. Al medio día, en su interior se encontraban nuevamente numerosas personas almorzando y otros esperando para coger mesa. Era un bar muy famoso porque servía buenos desayunos y comida abundante y casera con precios moderados que atraía a mucha gente, tanto de Madrid como de otras partes de la geografía española. Madrid siempre fue lugar de encuentro de gente de todas las profesiones, una ciudad de negocios y tratos y, normalmente, cada día esas personas se repartían entre los numerosos bares y restaurantes que se encontraban en los alrededores de la Puerta del Sol, primero para desayunar y luego para comer o cenar.

Sobre las 14:00 horas, una pareja de jóvenes franceses entró en el bar y se sentó en el salón-comedor. Al poco tiempo, con la excusa de que ella se había mareado, cuando el camarero fue a buscarle una tisana, salieron del establecimiento. Habían dejado una maleta-bomba bajo la mesa. A las 14:30 horas, la bomba explotó. La maleta contenía entre cinco y ocho kilogramos de dinamita goma 2E-C, con 1.000 tuercas como metralla. Sus intenciones eran inequívocas.

La explosión fue drástica y terrible, destrozando totalmente la cafetería y parte del local contiguo Tobogán, lo que ocasionó el fallecimiento en el acto de 10 personas y una joven más que se encontraba en el Tobogán, dejando la explosión heridas de diversa consideración a 70 personas. A lo largo de los siguientes meses, producto de las lesiones, fallecieron dos personas más aumentando los muertos a 13. Los heridos vivieron todas sus vidas con secuelas físicas y psicológicas. Los terroristas habían elegido el momento en el que había más clientes en la cafetería: la hora de la comida y buscaban precisamente una masacre. Pensaban que como cerca de la cafetería se encontraba la Dirección General de Seguridad habría en el interior numerosos policías. Si bien, de todos los fallecidos solo uno lo era.

Las víctimas eran el camarero Manuel Llanos, el cocinero Francisco Gómez, el jubilado Luis Martínez, el empleado de Renfe Antonio Lobo, la administrativa Concepción Pérez, la maestra Francisca Baeza, los recién casados Antonio Alonso y María Jesús Arcos, el matrimonio formado por Baldomero Barral y María José Pérez y, en el contiguo restaurante Tobogán, la estudiante María Ángeles Rey. Debido a sus graves heridas, el empleado de artes gráficas Gerardo García falleció el 29 de septiembre de 1974 y el inspector Félix Ayuso, el único policía de la lista, el 11 de enero de 1977. (Fuente: Derechos de autor © 2010–2024, ASOCIACIÓN THE CONVERSATIÓN ESPAÑA)

Este pasado viernes 13 de septiembre se cumplieron 50 años de este brutal atentado, el primero que se produjo en España de estas características y aunque nadie lo reivindicó, todo hacía ver que ETA estaba detrás de él. La desvergüenza y la criminalidad de esta banda terrorista vasca llegó hasta el punto que sacó un comunicado manifestando que el atentado no era cosa suya, que los culpables habían sido miembros de ultra derecha y el propio régimen franquista. Y siempre lo negó. La bomba de Rolando no solo respondía a la estrategia de acción-reacción-acción que ETA había adoptado en 1965: provocar mediante acciones violentas una represión brutal contra la población vasca y navarra para que esta se uniese a la “guerra revolucionaria”.

Los autores materiales del atentado, Bernard Oyarzabal y María Lourdes Cristóbal, no fueron arrestados. Se sabe que actualmente siguen vivos en el Sur de Francia donde han residido todo este tiempo haciendo sus vidas normalmente junto a sus hijos y nietos. El 15 de octubre de 1977, las Cortes aprobaron la Ley de Amnistía que extinguió la responsabilidad penal de los atentados de la banda. También la de la bomba de Rolando. Vaya Ley de Amnistía. Y se ponen las manos en la cabeza algunos con la Ley de Amnistía de los miembros del Procés. Esa Ley franquista liberó de toda culpa y detención de los autores del atentado y a muchos asesinos franquistas. Y los fallecidos y heridos se quedaron con lo que les había tocado: sufrimiento y sin reparación..

Quiero mostrar mi homenaje a estas víctimas, no solo a los fallecidos, sino a los numerosos huérfanos y huérfanas que dejó. Hubo gente que no llegó a conocer a su padre o madre. Mucha gente sufrió. Y ni el Estado español ni nadie los recompensó nunca. Operativamente derrotada por el Estado de derecho, la banda ETA se autodisolvió en mayo de 2018. En un boletín del mes anterior había reconocido la autoría de la masacre de Rolando, acumulando 853 víctimas mortales hasta marzo de 2010. He sufrido montando este artículo. Descansen en paz.

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