Una tórrida tarde se vislumbraba cuando un vecino de la calle García Requena se acercó a su ventana para bajar la persiana, antes de que el sol colonizara todo su salón.
Observó a un señor, buscando algo que no atisba a acertar. El pobre está sudando. Le hace señas desde su ventana, incluso, vocifera la recurrida frase: ¿busca algo?, pero desde un tercero apenas se escuchaba el hilo de voz del inquilino, tampoco quería despertar a sus vecinos de la plácida siesta.
Decide ponerse una camiseta y bajar a la calle. Allí le explica el viandante que intentaba localizar la hornacina del Cristo de Burgos o de los tres huevos, porque un amigo suyo le había comentado que aquí la podría encontrar.
Esa hornacina, con una sencilla reja de hierro donde se guarda un Cristo de escayola, clavado en la cruz, que fue fijado en el año 1939, se trasladó a la plaza de la Purísima Concepción en el año 2013.
Decepcionado el señor por no poder encontrar la hornacina, se limitó a agradecer la información y volverse hacia su vehículo porque tenía que volver pronto a su localidad de origen.
El vecino de esta calle reaccionó inmediatamente para señalarle que estaba muy cerca de allí y se brindaba a acompañarle. En el camino le narró la leyenda que circula por Jaén.
Un cierto día un anciano fraile pidió albergue en esa humilde vivienda. Sus moradores no se negaron y a pesar de su modesta situación le ofrecieron para cenar tres huevos. El fraile degustó la comida que le habían puesto en la mesa y a continuación decidió descansar en el huerto, dentro del patio de la morada.
Al día siguiente, los dueños de la casa se percataron de la ausencia del fraile y de los tres huevos que permanecían enteros en el plato. Pronto se cundió la noticia y todos los vecinos pensaron que se había producido un milagro por parte del fraile.
Los propietarios decidieron exponerla para incitar permanente a la piedad y oración a las generaciones venideras, pintando demás los tres huevos, rememorando al Cristo de Burgos, al que el pueblo de Jaén le tiene una gran veneración desde que en 1637 tuvo lugar el hecho prodigioso en la aldea de Cabrilla, hoy Cabra del Santo Cristo, cuando un arriero conducía a Guadix una cuadro con la reproducción de esa imagen y decidió pernoctar en el mesón de María
Rienda, que obtiene la curación, por intercesión de tan preciado lienzo, de una manquedad que sufría en su mano izquierda. Los vecinos ya no dejaron que saliese el cuadro del municipio, que en poco tiempo se convirtió en centro de peregrinación.