Don Carnal nos visita el próximo fin de semana con una vieja fiesta pagana incorporada al calendario cristiano, que simboliza el tránsito hacia el ayuno cuaresmal.
El carnaval en Jaén, al igual que muchas tradiciones, ha sufrido altibajos a lo largo de su historia. Desde aquel juego recogido en los Hechos del Condestable Miguel Lucas, que por estas fechas, corrían en pos de una sortija frente a su palacio, hasta nuestros días, con un concurso con numerosas agrupaciones venidas de diferentes rincones y diferentes actividades para atraer a la vecindad.
No obstante, a buen recaudo debe ponerse la siguiente reflexión: el carnaval puro está en la calle.
Las máscaras tienen que inundar la ciudad y en los últimos años se está avanzando en ese aspecto gracias a la labor municipal y a la asociación “Amigos del carnaval de Jaén”, que animan a los moradores para que por unos días destapen su imagen más descarada y se adueñen de cada rincón de la capital.
Atrás quedó la algarabía planeada por la murga “Los cigarrones”, que en 1988, junto a la peña “Los Deses”, iniciaron la etapa moderna del carnaval en Jaén. Después le siguió el Chiricoro del Goya, curiosa agrupación que englobaba la temática de la chirigota y la composición de un coro… o de dos, por el numeroso séquito. Ellos mismos se definían como un grupo de amigos, sin importar dotes cantoras, ni condición mental, que se reunían en torno a febrero sin más ánimo que disfrutar de esta bendita fiesta.
En la actualidad, la chirigota del Pitufo ha percibido el lustre de mantener agrupaciones jaeneras que completen el aquelarre carnavalesco, que se ha visto incrementado con dos comparsas que en la presente edición se subirán al escenario para hacer disfrutar a los presentes con sus pasodobles, sus cuplés y el popurrí. Incluso, una de las comparsas ha tenido la valentía de acudir al Gran Teatro Falla de Cádiz, la cuna del carnaval.
Aunque la ciudadanía esperase mayor participación local en el concurso jaenero, la conciencia avala la dificultad de planificar un proyecto de esta envergadura.
Quiero menos plañideras y más cabezas locas…, ¡a vivir el Carnaval