Todos los países se esfuerzan de una manera u otra por borrar las huellas más deshonrosas de su pasado, como sucede con el infame campo de concentración nazi de Alderney, una de las islas del Reino Unido en el Canal de la Mancha, cuya existencia sigue siendo un misterio para los propios británicos.
Empeñado en poner el foco allá donde la barbarie sepulta a la civilización, el artista británico Piers Secunda (1976) expone estos días el fruto de sus investigaciones sobre Alderney, pasadas por el tamiz de la creación artística para impactar de forma más directa en el público.
La muestra "Alderney: El Holocausto en suelo británico", en la Arc Gallery de Londres, revela hallazgos de Secunda y el grupo de científicos forenses con los que colabora, como el único paredón de fusilamiento que la Alemania nazi tuvo en el Reino Unido.
El archipiélago de pequeñas islas dependientes de la Corona británica frente a las costas francesas -la más conocida de las cuales es Jersey- fue ocupado por la Alemania nazi desde el verano de 1940 hasta el final de la guerra.
La presencia alemana está bien documentada, pero no tanto así los campos de trabajo que se establecieron en Alderney, de los cuales uno de ellos se convertiría en un campo de concentración para judíos y presos políticos procedentes de países como España, Francia, Alemania, Polonia y, principalmente, Rusia.
"Es muy poco conocido, sobre todo porque no se enseña en las escuelas. Si vas por la calle y preguntas a alguien si sabe que hubo un campo de concentración en Reino Unido, la mayoría pensará que se trata de una broma", dice Secunda en una entrevista con EFE.
Para este artista, que antes de indagar sobre Alderney examinó el rastro de destrucción cultural que dejaron los talibanes y el Estado Islámico, "es natural que los políticos le quiten importancia a las cosas difíciles y se la den a otras que sí son positivas".
No en vano, para el Reino Unido fue "embarazoso y hasta humillante" ver que pese a que los aliados habían desembarcado en las playas de Normandía en junio de 1944, no fue hasta un año después, con el final de guerra en Europa, cuando los nazis abandonaron las islas del canal.
Alderney, de hecho, no se rindió hasta el 16 de mayo de 1945, ocho días después de la capitulación alemana.
"Eran fanáticos. El comandante había sido elegido a dedo por el propio (jefe de las SS, Heinrich) Himmler y había recibido instrucciones de no devolver las islas al Reino Unido. Sabían que estaban rodeados, que la guerra acababa, pero lucharon sin fin", relata Secunda.
Y en medio de esa diminuta isla de menos de 8 kilómetros cuadrados, fortificada como un puerco espín, el presidio de Sylt, que tras la llegada en 1943 de un contingente de la SS se convirtió en campo de concentración.
ESCASOS VESTIGIOS
Apenas quedan en pie unos pilares donde antes se levantaba el lugar. Imposible conocer datos tan elementales como el número de personas que pasaron por él o cuántos de ellos murieron. Aunque un primer recuento apuntó a la cifra de 400 fallecidos, Secunda cree que fueron muchos más.
A lo largo del año que transcurrió desde el desembarco de Normandía hasta el final de la II Guerra Mundial, los oficiales nazis pudieron deshacerse o esconder la documentación. Afortunadamente, quedó para la historia el testimonio de los presos rescatados.
¿Cómo hacer arte a partir del horror? Para Secunda, "creando esas obras, hago una declaración de intenciones, que es lo más importante que un artista puede hacer".
"Todo arte va sobre algo: si no tiene un tema, si no comunica, no es arte. El arte es un sistema de comunicación. Lo que quise comunicar yo es que al encontrarte físicamente con estas obras, obtienes una respuesta emocional que no tendrás si simplemente estás viendo unas imágenes por televisión o en un periódico", considera.
En un lugar preponderante de la exposición figura el molde que Secunda realizó del paredón de ejecución lleno de marcas de bala, como fue corroborado por los expertos forenses Nicholas Petraco y Peter Diaczuk.
"Se trata del muro de ejecución de un pelotón de fusilamiento. Y la sección muestra las marcas de impacto de bala que hicieron los rifles Mauser. Los más pequeños, según los forenses, son el resultado de la desaceleración de la bala tras atravesar materiales, como sería el cuerpo humano en este caso", explica.
También se exhiben reproducciones de documentos, testimonios personales y fotografías que se hallaron en el campo, que han sido tratados por Secunda para presentarlos como piezas artísticas que llaman la atención por sus colores chillones.
"Los colores vivos vienen de fotos que tomé con mi teléfono móvil de flores y plantas en Alderney, que es famosa por sus flores salvajes. Y el color negro es pólvora, la cordita de una pieza de artillería alemana que un amigo mío abrió y quemó", añade.
Con esa combinación, Secunda pretende recrear "el contraste entre la increíble belleza de la isla, con aguas turquesas, playas preciosas y esas flores, y esa historia oscura de la ocupación, de los asesinatos masivos y los trabajos forzados".