La vida no es afortunadamente perfecta, nos movemos entre aciertos y errores, órdenes y desórdenes, equilibrios y desequilibrios y esa búsqueda permanente la hace interesante y bella. Nos hace librar batalla a batalla, aunque nunca sabremos quien gana realmente la guerra.
Navegando en este desorden nos damos cuenta que los sueños nos parecen imposibles porque no lo intentamos lo suficiente, que no importa que empecemos tarde, ya que lo importante es que comencemos, y que quizás lo único que no deberíamos permitir es sentarnos a esperar que las cosas sucedan sin hacer nada.
En este conjunto estético tenemos que saber combinar lo apropiado, lo conveniente, lo ilógico, lo embarazoso, lo trivial y lo importante, y en esa coctelera encontraremos todo la belleza que encierra el desorden. En el camino nos encontraremos todo tipo de obstáculos y resistencias y descubriremos lo oculto que encierran las motivaciones de nuestras vidas.
Dentro de este desbarajuste no debemos nunca de dejar de cultivar la curiosidad, la tolerancia y la claridad en nuestras convicciones y no estar instalados en la ambigüedad y la confusión, eludiendo la toma de decisiones y no responsabilizándose de nada, al objeto de evitar conflictos que nos pueden llevar al rechazo de los demás.
El alboroto de la desorganización, se mueve demasiado en el contraste entre el horror y el ridículo, el ruido y lo difícil, sin pasarnos en creernos una estrella de verdad sabiendo vivir lo insólito e increíble, cuestionando los límites de nuestra moralidad, sufriendo porque se secan las flores, asistiendo al intercambio de personalidades y probando una vieja costumbre de experiencias.
A menudo nos exigimos hacer algo para lo que no estamos preparados, o pretendemos encontrar la inspiración para escribir en unas circunstancias muy especiales cuando es posible disfrutarla en todo lo que nos rodea.
No somos máquinas y no siempre salen las cosas como deseamos aunque nos salgan bien, y debemos empeñarnos en hacer aquello que en el futuro nos haga sentirnos orgullosos de nosotros mismos., y no debemos caer en el estereotipo dual de los buenos y los malos según quien cuente la historia.
A veces nos quedamos pensando tras observar la realidad y el paisaje como nos conmueve o no deja indiferentes. Cuando todo es bueno y las cifras y los datos cuadran perfectamente, desconfiemos, porque en algún lugar está el truco.
Cuando vivimos, viajamos interior o exteriormente, y todo se mueve en nosotros o fuera de nosotros, como en un juego en el que nada ni nadie permanece quieto, como si se tratará de una obra de animación en la que objetos y personajes cobran vida en un movimiento perpetuo.
Muchos obstáculos para disfrutar de la belleza del desorden están en nuestra cabeza. Nos imaginamos cosas que creemos que nos van a pasar y después no nos suceden. Hemos de estar preparados frente a tensiones y preocupaciones, para poder ser protagonistas cada vez de un día diferente.
Entre enfoques y desenfoques, siempre es buen momento para liberarnos de las cargas que nos paralizan, que nadie nos prohíba jugar como he visto en una de las plazas de mi pueblo en uno de mis matinales paseos. No nos tomemos a la tremenda cualquier inconveniente y sepamos deleitarnos con el conocimiento de la realidad y de los otros, estando atentos, para aprender, sin dejarnos llevar de los impulsos y los desengaños, que nos llevan poco a poco hacia el precipicio, sin ser conscientes que formamos parte de este desorden en toda su belleza.