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Un poeta de doble enhorabuena

El arcenxe Abraham Guerrero suma al reciente 'Adonáis' de Poesía el Premio 'Rafael de Cózar'

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  • Abraham Guerrero es doblemente actualidad estos días por la consecución de dos importantes premios con distintas obras. cedida por el autor -

PEDRO SEVILLA

Con “Las luces de Hannover” ha obtenido el premio de novela “Rafael de Cózar”, de la Universidad de Sevilla y “Toda la violencia”, su libro de poesía galardonado con el último premio Adonáis ha obtenido también, días atrás, el premio ”Ojo crítico”, de Radio Nacional de España. El arcense Abraham Guerrero Tenorio es joven y encara todos estos reconocimientos con una sonrisa franca, mitad de legítimo orgullo, mitad de cierto escepticismo porque sabe que este oficio, el de poeta, no se forja en la mesa de los miembros de un jurado, sino en el trabajo callado y constante, oyendo los silencios y atendiendo y poniendo por escrito este gran misterio. Hemos hablado con él por correo electrónico, que desgraciadamente estos días navideños no están las cosas para mucha cercanía física.  

¿Qué son “Las luces de Hannover?

–Pues son las luces, principalmente, de un barrio muy peculiar en la ciudad, el barrio de Steintor. Sin embargo, cada personaje percibe una luz diferente de la ciudad y queda afectado por esas luces de manera diferente, según las circunstancias que le rodee. Además, Las luces de Hannover es el relato o capítulo principal de la obra.

El premio de novela “Rafael de Cózar” de la Universidad de Sevilla es, sin duda, una gran noticia que te llega, además, por el lado de la prosa, de la novela. ¿Cómo nació tu novela, impulsado por qué?

–Las luces de Hannover, literariamente, es un juego. Es un libro que ha ido gestándose poco a poco. Los dos primeros relatos del libro los escribí en 2014, cuando vivía precisamente en esa ciudad, y poco a poco fueron surgiendo nuevas ideas de otros relatos que se conectaban unos con otros. En esa conexión me interesaba vivir en el límite entre la novela y el relato. Ese juego que he practicado se ha concretado aún más con el premio que ha recibido, pues es un premio de novela breve. No sé cómo recibirán los lectores el libro, si como un libro de relatos o como una novela, en todo caso, si se plantean esa cuestión, habré cumplido uno de los objetivos. Otro de los impulsos que tuve conforme iba escribiéndola en estos espacios de tiempo era el de crear algo en el que nada se sepa, y en el que el hecho que desencadena los acontecimientos no tenga voz, sino que sean otros los personajes que ofrezcan su propia visión sobre ese desencadenante. Así nace formalmente, en cuanto a argumento, la causa principal de la trama puede considerarse la desaparición misteriosa de uno de los personajes principales, Anatole.

Como todos sabemos no se puede usar el mismo calzado para ir de excursión  a la montaña que para ir a una boda. Tampoco se puede usar el mismo tono, o la misma disciplina, para escribir un soneto o un relato. ¿Cómo encaras la escritura en ambas modalidades? ¿Estás más cómodo en la lírica excursión alpina de un poema –qué cursi me ha salido esto- o en las formalidades nupciales de la prosa?    

–Sinceramente, no sé en qué me encuentro más cómodo. Me apasiona la literatura en todos sus sentidos, y supongo que trabajo los dos de igual manera. Es cierto que son dos disciplinas diferentes, pero cuando me enfoco en un libro, intento exprimir al máximo esa idea, ya sea en poesía o en narrativa. Por aquello de que mis primeras publicaciones fueran poesía, han tendido a encasillarme como poeta, pero yo por dentro sabía que no iba a ser solo poesía lo que escribiera. La diferencia más palpable que contemplo es que a la poesía no se le puede domar, en el sentido de que no se puede forzar la escritura de un poema, es algo espontáneo, aunque luego tengas que trabajarlo mucho, pero el poema es esa idea que surge en un momento y te dices «aquí hay un poema». Con el relato pasa algo parecido, pero se deja acariciar más. Yo este libro de narrativa lo tenía en la cabeza desde hace muchos años, solo era cuestión de ir sentándose cuando el tiempo lo permitía y cuando uno sentía que tenía un discurso narrativo en la cabeza.

El programa de RNE “El Ojo Crítico” ha premiado tu libro “Toda la violencia”, ganador del Adonáis. ¿Cómo has vivido este nuevo respaldo a tu poesía?

–Ha sido muy bonito el año con Toda la violencia. He sentido que había lectores detrás del libro, algo que es difícil. Ya que el libro saliera a la luz en la colección Adonáis era un privilegio, pero el año no ha podido acabar de la mejor forma. El Premio El Ojo Crítico de Poesía me ha hecho especial ilusión porque premia una obra publicada. Podrían haber elegido otros cientos de libros y han elegido el mío. Además, aunque se puede llegar a pensar que quienes nos presentamos a los premios buscamos la gloria, El ojo crítico me ha caído tan bien porque me ha hecho ver la cara amable de un premio. Por lo general, cuando me presento a un premio, lo hago a vida o muerte, es decir, o me publican el libro o si no la obra va a sufrir un largo periplo para que alguna editorial lo acepte, y eso es algo muy cansado, o al menos a mí me cansa mucho. Entonces opto por la vía del premio. Es un poco lotería, pero al fin y al cabo la forma más rápida de poder publicar.

¿Padeces de vértigo? Te lo pregunto no porque me haya metido a médico, sino porque imagino que estos premios, en plena juventud, pueden tergiversar la visión normal de la realidad. Vaya por delante mi confianza en ti y en tu bien amueblada cabeza, pero ¿no tienes miedo?

–No, vértigo ninguno, al contrario, soy un privilegiado. Si hace tres años, cuando nos sentamos en aquel bar para ver qué hacíamos con mi primer libro, Los días perros, me hubieran dicho que en tres años me pasarían todas estas cosas bonitas, ni me lo creería. Yo sé que de puertas para afuera se magnifican las cosas y que las redes sociales son un escaparate en el que cada noticia de un premio luce como si hubiera ganado una Champions, pero eso no es mi realidad, ni creo que sea la realidad. Con los premios siento el alivio de que la obra va a ser publicada, y en cuanto me lo confirman, paso a otra cosa. Confío ciegamente en la humildad como forma de ver las cosas. La literatura es un lugar en el que actuar con soberbia te hace ser un idiota, y yo no quiero que me recuerden como a un idiota.

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