El ruido de los petardos que estas fechas traen por la calle de la amargura a tantos vecinos en Jerez se convierte en pánico y ansiedad a partes iguales desde hace más de una década para Rocío Vázquez. Ella se descompone solo de pensarlo y oírlos, aunque sea en la lejanía. Uno de esos petardos le costó su ojo izquierdo esa fatídica Nochevieja de 2007 cuando le explotó en la cara al salir de su casa de Los Albarizones para felicitar el año a sus vecinas. Tenía 24 años.
Desde entonces, procura tomarse las uvas lejos de la multitud. Estos últimos años, ella y su familia procuran refugiarse esos días en Gibalbín, en una casa que alquilan para olvidarse de todo lo que les recuerda a esa fecha negra en el calendario. Es allí donde Rocío se recupera de su última intervención en el ojo, que tuvo lugar en los días previos a la Nochebuena en el Hospital de Jerez.
En dicha operación, explica su madre, le han colocado un pequeño conducto que va del ojo a la nariz y que deberá tener al menos cuatro o cinco meses para limpiar la zona y evitar infecciones, como le venía ocurriendo últimamente y por la que en alguna ocasión ha tenido que ser ingresada. En su casa han perdido la cuenta de cuántas veces ha pasado por el quirófano, más de una veintena seguro, y solo quieren que se recupere cuanto antes y que la noche del 31 pase cuanto antes.
Pese a que el suceso dio la vuelta al país y en varias ocasiones el Ayuntamiento de Jerez ha contado con ella en varias ocasiones para sus campañas contra el uso y la venta indiscriminada de petardos el juicio por su caso no condenó a nadie por falta de pruebas. Lo único que ha logrado es que le concedan una minusvalía del 41% que tuvo que pelear con la Junta de Andalucía, a la que llevó a juicio el año pasado por rebajársela al 17%.