Usamos el adjetivo aficionado cuando queremos remarcar que alguien no es maestro en una materia. Excepto en los toros. Aquí el aficionado adquiere un grado superlativo. Un buen aficionado a los toros es tu mejor acompañante en la plaza, porque suelen tener esa alma didáctica de los que disfrutan enseñando, en este caso, de un arte que nunca se conoce del todo. Desde que mi amigo Antonio me llevó a Las Ventas, un gran aficionado a la tauromaquia, observo cada uno de los movimientos de los picadores con intensidad.
Y es que en la tauromaquia todo tiene un porqué. Nada es fruto de la casualidad ni del arbitrio. Lo que sí ha sido una clara medida arbitraria y sectaria -que podría estar en contra de la Ley 18/2013- ha sido el anuncio del ministro Urtasun de la eliminación del Premio Nacional de la Tauromaquia, convirtiéndose en otro ministro de la Censura.
No le pedimos que comparta lo que sentimos cuando en el ruedo se produce ese momento mágico y se para el tiempo. Toro, torero, espectador, se convierten en una misma ola acompasada por oles y pasodobles. Tampoco le pedimos que comprenda a Lorca, cuando definía la fiesta como la más culta del mundo o que disfrute con la biografía de Juan Belmonte de Chaves Nogales. O que entienda como la tauromaquia inspira a Sir Norman Foster para su cartel taurino o el maestro Loran que con pinceles de capote vistela picasiana. Tampoco -aunque le invitara en nuestro café de bienvenida- que se emocione viendo el toro en ese ecosistema único que poseemos, la dehesa.
Pero sí le pedimos, le exigimos, que sea el ministro de Cultura de España, el ministro de todos. En el país de la libertad, igualdad y fraternidad, la tauromaquia es protegida por todos los dirigentes, sea del signo político que fuere, porque entienden que es una expresión cultural propia. Y es precisamente ese poder de unión que tiene la cultura la que ha promovido que el próximo 10 de mayo, países como Portugal, Francia, Perú, Ecuador, Colombia, México, Venezuela y España, como anfitrión, formalicen la unión mundial para promover la tauromaquia.
Al valor cultural incontestable de la fiesta, se le añade el valor económico que recogen los datos del anuario del ministerio de Cultura. (La Vall d’Uixo, conocida como “la capital del toro”, deja un impacto de más de 2 millones de euros en una población de 30.000 habitantes, las fiestas de Segorbe, Fiesta de Interés Turístico Nacional, cercano a los 8, y la de San Isidro en Madrid de 70). ¿Será lo próximo la eliminación de los asuntos taurinos en este anuario o la prohibición de los San Fermines?
Pero no carguemos la mala tarde solo al ministro de la censura, que como en el toreo, la ganadería, el dichoso viento que mueve la muleta donde no debe o el público de la plaza, forman parte del éxito o del pinchazo. Y en la cuadrilla de Urtasun, el apoderado Sánchez es el último responsable. Un presidente que vuelve a callar, algo a lo que nos tiene acostumbrados, con un silencio más profundo que los de la Maestranza. Sánchez enmudece ante tanta corrupción y asunto incomodo que le rodea, y pega la “espantá”, como mal torero, cuando la tarde se le complica con alguna de las ideas de sus socios de gobierno. Ya sean indultos a la carta, amnistía por encargo o ataque al patrimonio de todos. Un presidente que no puede salir al ruedo de la calle, porque le llueven pitos y almohadillas.
Decía Juan Belmonte que “se torea como se es”, y en este caso, se gobierna como se es: Un ministro de Cultura aficionado y un presidente totalitario más vendido a sus socios que una entrada en la reventa para ver a Curro Romero o a Morante de la Puebla.