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Andalucía

El quinto en discordia

La política hídrica de las administraciones públicas ha sido, históricamente, un desastre sin fisuras, del cual han participado todas y cada una de las siglas

Publicado: 05/04/2024 ·
13:07
· Actualizado: 05/04/2024 · 13:07
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  • El jardín de Bomarzo.

La lluvia lo disuelve todo, empezando por el temor a las consecuencias de la sequía. Y como la condición humana tiende a obviar el problema cuando éste deja de estar en el punto de mira, con esta lluvia intensa y sanadora que ha regado los santos días de la semana cofrade se disolverá, probablemente, la urgencia en solucionar los graves problemas de suministro, de redes, de transferencias, de embalses, de concienciación, de consumo por habitante que sufre esta sociedad de hoy habituada, a pesar del árido horizonte, a dejar el grifo a toda pastilla mientras te cepillas los dientes, a duchas interminables en baños humeantes, a jardines por doquier y riegos excelsos varias veces al día sin temor a cuántos litros escupen esas bocas por segundo, a piscinas por casas cuyo proporcional desmadre se aprecia bien cuando despegas en avión y a unos cientos de metros de altura ves los cuadraditos azules, muchos y de variadas estructuras, del preciado líquido dispuesto para el goce húmedo del personal, a múltiples zonas verdes donde se siembran árboles no siempre en concordia con el clima porque son hermosos pero consumen mucha agua, a campos de golf con kilómetros y kilómetros de césped fino para que la bola deslice bien y que requieren de tantísima agua por cuadrado metro. Pero, pensamos, al final siempre termina lloviendo, más ahora que Moreno Bonilla tiene hilo directo con lo divino a través del Papa Francisco; le pide que interceda por Andalucía para la cuestión y cae la de Dios, para que luego digan que al presidente no le crecen margaritas hasta quién imagina dónde.

La política hídrica de las administraciones públicas ha sido, históricamente, un desastre sin fisuras, del cual han participado todas y cada una de las siglas políticas que conforman el espectro electoral. Y a todos los niveles. Forma parte de ese grupo de cuestiones de primer orden que, sin embargo, no tiene demasiado rédito electoral, por no decir ninguno, nadie gana unas elecciones por reformar una red de abastecimiento mejor que recorra el subsuelo y que mitigue, así, las enormes pérdidas que sufre la actual, deficitaria, vieja, necesitada con urgencia de obras y de nuevos materiales que sustituyan los actuales y que en muchos casos datan de hace cincuenta o sesenta años, como tampoco gana nadie las elecciones por hacer plantas de transferencia o clasificación para un mejor reciclaje de los residuos o para reutilizar buena parte de lo que tiramos a la basura. Se ganan si prometes bajar, o al menos no subir, los recibos del agua o de la basura, tirando de populismo cuando al ciudadano hay que explicarle por qué y para qué se producen los incrementos de las tasas y, desde luego, luego ejecutar con el dinero recaudado las obras o las transformaciones necesarias, pero lo triste es que tampoco nadie pierde las elecciones por no hacerlo.

La presión ciudadana por la mala gestión medioambiental es prácticamente nula y lo es a pesar de que nos jugamos el todo, la supervivencia, lo verdaderamente importante, por eso uno llora feliz cuando diluvia porque no sabes cuándo volverá a hacerlo en una tierra que cuando el sol se instala en lo más alto lo hace por meses en eternos veranos.


La Junta de Andalucía suspendió el cobro del canon del agua en 2023 por haber amasado mucho dinero para obras hidráulicas sin acometerlas por su propia incapacidad administrativa; es decir, cobras a la gente y no ejecutas las obras y esto pasó durante los años de sucesivos gobiernos socialistas desde el 2011 y los primeros del PP, que primero quitó el cobro de este canon y lo ha recuperado en los presupuestos del 2024 en la idea de recaudar 140 millones este año para obras y, ya se verá, si esta vez las ejecuta, todo al tiempo que los grandes ayuntamientos, también los pequeños, suben sus tarifas para el cobro del agua en baja. El Consorcio de Aguas de la Zona Gaditana aprobó la subida del metro cúbico con el apoyo del PP y pese a que al PSOE no guste, que no gusta porque lo cómodo es abrazarse al discurso que más gusta a la gente, es una tasa muy baja en comparación al resto –mientras en Cádiz se situaba en 0,15 el metro cúbico, Ghiasa en Huelva lo tiene en 0,53 o Aguas del Huesnar –Sevilla- en 0,87-. Distinto es prometer una cosa para luego hacer la contraria, como en algunos casos es, por desgracia, el caso.

El Ayuntamiento de San Fernando -gobernado por el PSOE- tiene en prórroga su contrato de gestión del ciclo integral del agua y va para el sexto año, la cual consiguió hace unos años con el respaldo de Vox porque entonces no tenía mayoría y la logró de los chicos de Abascal -¿?-. Seis años de prórroga tras 25 de contrato y en todo ese tiempo no ha sido capaz de licitar el nuevo contrato, a pesar de que al actual encarece con una subida del 3,25 al año más IPC y a eso hay que añadir la recientemente aprobada por el CAZG para un servicio viejo que requiere de multitud de obras para sanear su red, pero la administración local se muestra incapaz de agilizar los trámites para licitar y actualmente, según anuncia, está redactando las obras que contemplará el nuevo pliego. Sin fecha. Se supone que para esta legislatura. Se supone.

Posiblemente el mayor atentado al medio ambiente que se produce actualmente en Andalucía es la provincia de Sevilla y es el relativo al tratamiento de residuos que realiza la capital, Sevilla, y los municipios de la Mancomunidad de los Alcores al arrojar a la planta de Montemarta Cónica todos los residuos sin ningún tipo de tratamiento a pesar de obligar al reciclaje a todos los ciudadanos de su zona, todo ello en un contrato en prórroga durante décadas, sin maquinaria cualificada, sin clasificación, nada, todos los residuos se llevan a vertedero. Tanto la Diputación de Sevilla como el ayuntamiento de la capital se encogen de hombros ante una situación que atenta contra todos los principios medioambientales, más al tiempo que se vende una gestión sostenible, verde, la importancia de concienciar al ciudadano o la necesidad de instalar el quinto contenedor, que es como el quinto en discordia, para tratar los residuos húmedos. O sea, obligar al ciudadano a tener cinco contenedores en sus cocinas de siete metros cuadrados para, luego, juntarlo todo y arrojarlo a un vertedero común porque las administraciones sevillanas, tras décadas, no se ponen de acuerdo para licitar un nuevo contrato y construir una planta capaz de clasificar. Esto es.

El quinto en discordia, por cierto, es una estupenda novela de Robertson Davies: “Dícese de aquellos personajes que sin ser el héroe o la heroína, pero tampoco el confidente o el villano, son igualmente importantes para el desenlace de la trama. Dicha denominación comenzó a utilizarse en las antiguas compañías de teatro y de ópera para referirse al actor que encarnaba estos personajes”. En torno al agua y a la basura también hay mucho quinto, pero para la discordia.

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